¿Financiamiento de los países ricos o más y nuevos compromisos de los países pobres frente a la Crisis Climática?

Por Marcos Nordgren*

La última sesión de negociaciones climáticas, el pasado junio en Bonn, confirmaron que las perspectivas de las negociaciones globales sobre la Crisis Climática se encuentran entrampadas en la disputa discursiva entre dos grandes bloques de países que impedirá cualquier avance de las soluciones capaces de evitar que el mundo caiga a en una espiral destructiva de desastres climáticos sin escapatoria en los siguientes seis años. Y los desastres y extremos ocurridos alrededor del mundo, en lo que va de 2023, parecen confirmarlo.

La situación es verdaderamente CRÍTICA. Las emisiones de gases de efecto invernadero continúan subiendo, mientras que las temperaturas alrededor del mundo ya rompen nuevos récords y sorpresivos desastres aparecen simultáneamente por distintos rincones del mundo. En partes de España con sequías primero y luego volúmenes de lluvia previstos para todo un mes cayendo en pocos minutos, dejando a Montevideo en Uruguay sin agua después de 3 años de sequias, con nuevas lluvias monzónicas extremas afectando a Paquistán o provocando incendios forestales de Canadá, superiores a cinco veces la superficie anual destruida en promedio por los fuegos, o más de 10 millones de hectáreas hasta ahora.

La razón de la disputa internacional alrededor de las negociaciones climáticas parece sencilla y recurrente, pero se convierte ahora en un obstáculo cada vez más infranqueable para avanzar en resolver las dimensiones globales de la Crisis en lo que resta de esta década que será la última oportunidad para evitar caer en la catástrofe climática.

Por un lado, tenemos a los países desarrollados a la cabeza de la Unión Europea y Estados Unidos que insisten en el argumento, de por si correcto, que para evitar el estallido de la emergencia climática todos los países necesitan renovar sus compromisos para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero e insisten en discutir y negociar nuevos compromisos y acuerdos para que cada nación del mundo amplíe sus esfuerzos en ese frente.

En la otra vereda, cada vez más países en vías de desarrollo sostienen que no tiene sentido continuar haciendo promesas de reducciones de contaminantes climáticos mientras no se dispongan de recursos económicos suficientes que permitan transitar hacia nuevas formas de energía, agricultura u otros cambios estructurales que se requieren para precisamente reducir emisiones y frenar el desastre.

Especialmente, los países pobres y vulnerables sostienen que ni siquiera habiendo cumplido con las promesas de financiamiento hechas por los ricos países desarrollados en 2009 por ejemplo, parece contradictorio pedir más compromisos de los países pobres, cada vez más frecuentemente azotados por los desastres climáticos, que sea dicho de paso no son los principales responsables de causarlos.

El argumento que sostienen, completamente razonable también, es que el financiamiento comprometido por los países desarrollados, pero no entregado y aquel necesario para la implementación de los compromisos ya hechos pero que no podrán implementarse con los insuficientes recursos de países en vías de desarrollo, debe priorizarse antes de discutir nuevas ampliaciones a metas nacionales.

Lo que debe entenderse como una falsa contradicción climática de “financiamiento o mitigación” amenaza con dejarnos estancados en un punto muerto del debate internacional que no nos podemos permitir con apenas seis años antes de cerrarse la ventana de oportunidad para evitar la caída en la espiral de devastación y genocidio climático, porque no nos engañemos, eso es lo que tendremos los siguientes pocos años de no lograr un giro total en la tendencia de degradación ambiental e incremento de las temperaturas actual.

Si bien ambos lados parecen tener argumentos válidos, es importante entender el escenario de debate ocurrido los últimos 30 años, incluyendo la dimensión de responsabilidades históricas del primer mundo y la situación actual, pero también resulta imprescindible discutir cuál es el papel de la sociedad civil del mundo como testigos de este inútil y peligroso impasse.

Queda claro qué para lograr la suficiente reducción de contaminantes a tiempo, se necesitará de más que solo promesas. Urgen transformaciones estructurales sobre los sistemas de energía, alimentación, transporte, comercio, sector financiero e incluso en la propia redistribución de la riqueza global, como lo indican los propios informes del Panel de expertos de Cambio Climático.

Sin embargo, quienes están resistiendo más estos cambios son quienes controlan estos sectores y quienes además tiene más que perder: es decir los países de la Unión Europea y Estados Unidos y otras grandes economías en vías de desarrollo como China o Arabia Saudita.

Para resolver la disputa, proponemos que es necesario quitar del camino las excusas detrás de las que se esconden quienes buscan dilatar el proceso y al mismo tiempo, avanzar en las transformaciones reales de la economía global.

En esta dirección, ayudaría mucho si la disponibilidad de financiamiento oportuno, suficiente y justo fuera resuelta en las negociaciones rápidamente, desactivando las excusas de gobernantes del sur y del norte para asumir nuevos compromisos y la urgencia de enfrentar las transformaciones sociales imprescindibles.

En el escenario del teatro global de las negociaciones de emergencia climática, la sociedad civil del Norte y el Sur, cual audiencia presenciando el espectáculo, pero también actuando de jurado dirimidor, necesita asumir su responsabilidad de facilitar y asegurar que las negociaciones lleguen a los resultados necesarios para enfrentar la crisis que ya tiene el pie entre la puerta y el dintel de una sociedad moderna a la que le será imposible enfrentar la totalidad de sus impactos.

Todo apunta a que el andamiaje de Naciones Unidas no será capaz de resolver esta falsa dicotomía que realmente se trata de un intento desesperado por dilatar la transformación de la economía y política global imprescindible en camino a resolver y evitar la extinción climática.

Sostenemos que solo la sociedad civil del Norte en alianza con la sociedad civil del Sur, por el sentido de Bien Común, podrán resolver esta falsa disputa y llamamos a juntar las voces con el objetivo de destrabar el Financiamiento Suficiente, Oportuno y Justo por parte del primer mundo, para promover después las mejoras suficientes a los compromisos y su cumplimiento por parte de los países en vías de desarrollo y desarrollados del mundo.

Las declaraciones del vocero estadounidense para el Clima John Kerry, respecto a que EEUU en ningún escenario contribuiría a las reparaciones climáticas por los daños y pérdidas causadas por una crisis climática impulsada principalmente desde ese país y Europa, no ayudan a encontrar salidas a esta disputa, pero si refuerzan la propuesta de intervención de la sociedad civil organizada del mundo para su resolución.

Tal como lo ocurrido en la conferencia climática de 2022, donde la unidad de la sociedad civil del Norte y del Sur fue fundamental para la aprobación del Fondo de Daños y Pérdidas, la decisión de presionar a los gobiernos de los países desarrollados desde una articulación social del Sur y del Norte es una de las pocas vías disponibles para resolver la falsa discusión de Mitigación o Financiamiento a la que nuestros gobernantes nos han empujado.

*Marcos Nordgren es técnico de la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático.

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