Exigir a los responsables por la crisis climática es correcto, pero urge priorizar una política climática nacional ya que no queda más tiempo

Por: Marcos Nordgren

23 de junio de 2021.- El llamado de nuestro vicepresidente a las poblaciones del mundo para unirse en la demanda de una solución real a la crisis climática, dirigida a las principales naciones desarrolladas, es correcto y tiene, sin dudas, argumentos muy válidos, especialmente en el actual estado de las negociaciones de cambio climático internacionales.

La crisis climática representa una gravísima amenaza para las sociedades humanas, y en lo inmediato es especialmente urgente para las naciones y pueblos menos preparados para lidiar con situaciones de extremos climáticos como incendios forestales, olas de calor, huracanes, sequías, heladas, inundaciones, plagas agrícolas u otras consecuencias de las alteraciones climáticas que ya están ocurriendo hoy.

Los países menos desarrollados, y las amplias poblaciones marginales alrededor del mundo, entre ellas la población boliviana, están hoy ya sufriendo incontables golpes y, como un ejemplo de estos impactos, se calcula  que desde 2010, cada año, unas 22 millones de personas en todo el planeta se ven forzadas a escapar de sus hogares debido a desastres climáticos.

Esto significa que una población comparable a la del doble de toda Bolivia lo pierde todo o casi todo, cada año, y debe intentar volver a comenzar, frecuentemente en otra tierra.

Daños y pérdidas

De hecho, los costos actuales de los desastres climáticos sobre poblaciones, infraestructuras o cultivos son tan grandes para tantos que, en las negociaciones internacionales sobre cambio climático, se ha incluido en últimos años un punto más en las discusiones: Los daños y pérdidas causados hoy por los más frecuentes e intensos desastres climáticos. Y las proyecciones para las siguientes décadas son aún peores.

Si las millonarias pérdidas económicas y humanas producidas por este escenario -de mega incendios en tierras bajas, desaparición de glaciares y desabastecimiento de agua en tierras altas- ya lo vivimos con apenas 1 °C (grado centígrado) de calentamiento en la última década, el escenario de 3 °C o más, al que nos dirigimos ahora mismo, es literalmente una antesala al infierno que tenemos que evitar a todo costo.

Sin embargo, los principales causantes históricos del momento de incertidumbre climática, las naciones desarrolladas, han demostrado una asombrosa incapacidad, o falta de voluntad de reconocer la real magnitud del problema y menos aún de remediarlo de manera decidida, en concordancia con sus responsabilidades establecidas ya en acuerdos internacionales vigentes .

Negociaciones sin liderazgo

En vez de esto, muchos de los gobiernos del norte global han dedicado sus esfuerzos más importantes a mantener activo un juego de dilación y burocracia tecnocrática en las negociaciones, que no tiene la intención de asumir su responsabilidad, sino posponerla todo lo que sea posible, probablemente hasta que no quede mucho por ser remediado, en un mundo sumido en una seguidilla interminable de desastres climáticos y todos los conflictos humanos que de ese suelo infértil nacerán.

En la realidad, las negociaciones climáticas, donde se han puesto las esperanzas conjuntas, se han convertido en una difícil enmaraña de comités, grupos de expertos, equipos de trabajo, plataformas, fondos y toda la fauna y flora existente en la institucionalidad formal de los organismos internacionales, donde se discuten interminables reglamentos, metodologías, o compromisos voluntarios, sin miras concretas de una solución estructural al gran conflicto central: ¿Cómo se resolverá la crisis climática y que parte específica le toca hacer a cada país?

Naturalmente la negociación de un tema tan complejo y existencial no puede ser fácil, pero si reconocemos la estrecha ventana de tiempo que tenemos para resolver el dilema climático, este espíritu en las negociaciones internacionales no parece el camino correcto.

El vicepresidente David Choquehuanca tiene razón en eso. El proceso adolece de falta de liderazgo de quienes naturalmente deberían asumirlo y eso es una realidad ya indiscutible a estas alturas, después de 30 años de debate multilateral, en gran medida infructuoso.

Sin embargo, esa misma urgencia -en la que coincidimos con el vicepresidente Choquehuanca y que como también señalábamos es especialmente inmediata para nuestro país- debe servir como un argumento para exigir una política climática nacional proactiva y autogestionada, sin esperar la buena voluntad y liderazgo de los países del norte.

Emergencia climática nacional

Ante un escenario de peligro existencial los siguientes años para la propia sociedad boliviana, necesitamos tomar la iniciativa en nuestras manos para resolver las principales vulnerabilidades nacionales y emprender el gran desafío de diseñar participativamente una renovada formula de desarrollo nacional compatible con un mundo y clima más inestable y peligroso para la población rural y urbana boliviana.

En esta dirección sostenemos que es imprescindible que nuestro vicepresidente, además de denunciar la profundidad de la crisis climática en sus discursos, gestione ante la Asamblea Plurinacional y autoridades competentes una declaración de emergencia climática nacional capaz de movilizar al Estado y a la sociedad civil en defensa del bien común y la seguridad nacional.

El oportuno reconocimiento de esta crisis climática y ambiental por parte del vicepresidente Choquehuanca, durante su conferencia de prensa, es precisamente el argumento más sólido para afirmar que el Estado boliviano ya no puede seguir abordando la crisis múltiple actual con políticas demasiado pequeñas y des conexas para enfrentar una crisis civilizatoria de esta escala.

La crisis climática está acelerando su paso cada día, amenazando la vida de la población, y no podemos solamente esperar milagrosamente que agentes externos resuelvan lo que los y las bolivianas debemos solucionar en nuestro territorio: el diseño de una genuina estrategia nacional frente a la gran Crisis Climática.

La indiscutible responsabilidad principal de los países desarrollados ante el problema, no cambia el hecho de que tenemos que acelerar la transformación de nuestras sociedades para responder a los nuevos peligros traídos por el cambio climático y diseñar, en el proceso, nuevos caminos para un desarrollo justo, sostenible y en armonía con la Madre Tierra. Ese reencuentro con la naturaleza no nos lo entregará el primer mundo, ese deberemos construirlo las bolivianas y bolivianos, con todos los recursos con los que podamos contar y gestionar.

Afortunadamente ni este ni futuros gobiernos bolivianos están solos en la conducción del país, y en la realidad existe una amplia base de propuestas políticas, económicas y socioambientales que han sido desarrolladas durante décadas por organizaciones, instituciones y líderes hombres y mujeres de la sociedad civil más amplia, muchas de las cuales serán una muy buena base para el diseño de una respuesta a la crisis climática.

Esta actitud más inclusiva por parte del gobierno debería ser una excelente forma de iniciar un verdadero diálogo nacional sobre este nuevo desafío a la sociedad boliviana y, simultáneamente, una oportunidad de involucrar a una buena parte de la población, para quienes la crisis climática representa ya la problemática individual que definirá el devenir y rumbo de sus sueños y oportunidades.

Las acciones

Con este sentido y expresando la necesidad de dar cauce a un genuino diálogo nacional sobre problemática de la crisis climática, este 2021 la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático ha presentado Propuestas para una Nueva y Urgente Política Climática Boliviana y al mismo tiempo ha lanzado la campaña en apoyo a la “Agricultura Familiar por un Futuro Sostenible.

Esta campaña, sin redescubrir la pólvora, busca reiterar y ampliar los argumentos para un giro sustantivo en la política agrícola nacional hacia un enfoque que genuinamente ponga de prioridad los intereses comunes bolivianos en el mediano y largo plazo y se dedique al fortalecimiento de un sector de la economía que alimenta y da empleo a una mayora de la población nacional, pero que además ha demostrado ser estratégico para frenar efectivamente el deterioro de los ecosistemas que todavía garantizan cierta estabilidad climática regional en el país y, más importante aún, que contiene las semillas de un futuro económico más próspero y justo para todas y todos.

El desarrollo de políticas de fortalecimiento estructural dirigidas a la diversa agricultura familiar en Bolivia, sostenemos junto a muchos otros, es la oportunidad de reactivar la economía nacional con dirección hacia un modelo de desarrollo capaz de responder a los múltiples desafíos impuestos por las crisis climática, sanitaria y económica.

Con el objetivo puesto en el aprovechamiento equilibrado de los recursos naturales y la rica herencia de cultura agrícola ancestral que tiene el país, bajo las condiciones de fortalecimiento necesarias, la agricultura familiar boliviana será capaz de producir sosteniblemente los diversos campos y laderas del territorio nacional, e incluso de gestionar los ricos y vastos bosques tropicales del país.

La recolección de frutos y alimentos silvestres, fibras o materiales naturales y plantas medicinales además de otras actividades económicas -basadas en la biodiversidad ya desarrolladas por pueblos indígenas y otros- actualmente pueden convertirse en fines y medios para la conservación y ampliación de los bosques nacionales y constituir otro buen argumento para la gestión de financiamiento climático bilateral o multilateral, que además cumpla con la oportuna advertencia boliviana de no mercantilizar la naturaleza, ni caer en el espejismo de las falsas soluciones a la crisis climática.

Como parte central de estas acciones de fortalecimiento a la agricultura familiar, frecuentemente de base indígena en el contexto nacional, se deben incluir políticas sectoriales para asegurar el acceso sostenible a agua, energía y facilidades tecnológicas suficientes para esta parte de la población, las cuales configurarán por sí mismas un país diferente y en mejores condiciones de afrontar la crisis climática.

En el presente momento de conjunción de múltiples crisis, la política climática boliviana requiere urgentemente una reformulación y diseño participativo que la despierte de su aletargamiento nacional.

La crisis civilizatoria del cambio climático ha llegado y nuestro papel como sociedad civil movilizada es proponer posibles caminos hacia adelante y simultáneamente, hacerles recuerdo a nuestras autoridades que su papel no se limita a exigir justicia a los responsables de la crisis climática, si no que principalmente incluye identificar e implementar las soluciones materiales y organizativas disponibles nacionalmente e involucrar a una sociedad civil que tiene mucho que perder y que obligadamente tendrá que formar parte de las soluciones en este momento que de otra manera,  será severamente juzgado por las generaciones venideras.

*Técnico de la PBFCC

Foto de portada: Pedro Laguna