agricultura
La PBFCC realizó análisis de las negociaciones sobre cambio climático y el mercado de carbono
Por PBFCC
La Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático (PBFCC) realizó el encuentro “Actualización sobre las negociaciones multilaterales de cambio climático y desarrollo de una propuesta común para un mecanismo desvinculado del mercado de carbono” el 12 y 13 de abril en la ciudad de Cochabamba.
El evento, organizado junto a la Plataforma Boliviana de Acción Frente al Cambio Climático (PBACC), tenía el objetivo de mostrar el estado de situación de la crisis climática a nivel global y nacional, así como analizar el estado de las negociaciones sobre cambio climático en el seno de las Naciones Unidas y encaminar acciones comunes para desarrollar una propuesta de mecanismo desvincula del mercado de carbono que está contemplado en el Acuerdo de París.
La agenda del encuentro contempló en el primer día la exposición de los temas: “Estado de situación de la Crisis Climática: Datos del IPCC, efectos de la crisis climática en la región y en Bolivia”, “Antecedentes y proceso de negociación de NNUU: ¿Qué es el proceso de negociación de cambio climático?”, “El Estado de situación de las negociaciones climáticas: Revisión de los procesos y resultados de la COP”6 y COP27 a de más del acuerdo de París”, “Agenda del Articulo 6, el mercado de Carbono y el “no-mercado: Revisión de los avances y obstáculos”, los cuales fueron presentados por Juan Carlos Alarcón, secretario técnico de la PBFCC, y Marcos Nordgren, técnico de Incidencia Climática de la PBFCC.
En esta primera parte, se habló de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) y las 27 reuniones globales que ya se han realizado con el objetivo de “Prevenir interferencias humanas peligrosas en el sistema climático”, principalmente las negociaciones para reducir las emisiones de contaminantes que han provocado el calentamiento global.
Este recuento mostró que el Protocolo de Kioto, la primera herramienta usada para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, fracasó por varios factores y, en 2015, nació el Acuerdo de París, la segunda herramienta con la que se intenta mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2°C, respecto a la temperatura preindustrial.
Sin embargo, los reportes de los científicos de la ONU que monitorean y evalúan toda la ciencia global relacionada con el cambio climático, aglutinados en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), señalan que los compromisos de los países miembros de la CMNUCC, los denominados NDC, no son lo suficientemente ambiciosos para cumplir con el objetivo del Acuerdo de París: limitar el aumento medio de la temperatura global a 2°C respecto a los niveles preindustriales, redoblar esfuerzos para no superar la cota de 1,5°C a final de este siglo.
Según el último reporte del IPCC, difundido en marzo, el planeta ya se ha calentado 1,1 grados y en dos décadas podría aumentar más de 1,5 grados con respecto a los niveles preindustriales. Y con los actuales NDC se estima que a lo largo de este siglo la temperatura global pase la barrera de los 3°C.
“¿Cómo evitar el escenario del desastre? Los bosques son centrales para la solución. Y, según el IPCC, es posible hacerlo, pero queda poco tiempo, se tiene que llegar al tope de emisiones en 2025, reducir las emisiones globales en 45% para el 20230”, manifestó Marcos Nordgren.
Alternativas al mercado de Carbono
Otro de los puntos centrales del evento fue analizar las alternativas a los mercados de carbono, un tema contemplado en el Artículo 6 del Acuerdo de París.
En ese contexto, Carla Ledezma, quien fuera miembro de la delegación boliviana de negociadores ante la CMNUCC, expuso sobre el tema explicando que en el Artículo 6 del Acuerdo de París se contemplan los «enfoques cooperativos» entre las Partes, que implican el uso de mercados de carbono (contemplado en los puntos 2 y 4 del Artículo 6) y enfoques no comerciales (Artículo 6.8) relacionados en la implementación de sus contribuciones Nacionalmente Determinadas(NDC).
Ledezma puntualizó que los enfoques no basados en el mercado, apoyarán a los países, en particular, en el cumplimiento de sus metas condicionadas en el marco de sus NDC, articulando las iniciativas de acciones no basadas en el mercado especificadas en las NDC nacionales con la cooperación técnica y financiera, tanto de carácter público como privado, con iniciativas existentes en todo el mundo.
En ese aspecto hay trabajo por hacer para crear un mecanismo de no mercado. Precisamente, la propuesta de la PBFCC está en impulsar mecanismos globales dedicados a la restauración y gestión de ecosistemas, como lo hizo conocer Marcos Nordgren durante su exposición sobre el tema en el que explicó el por qué es estratégico este punto en la agenda de negociación multilateral.
Agenda conjunta frente a la emergencia climática
En el segundo día del encuentro, la PBFCC presentó su propuesta de esquema de restauración y gestión de ecosistemas como alternativa a los mercados de carbono, que está basada en la economía del bosque y la agricultura familiar.
Durante la segunda jornada, tras analizar la agenda de las negociaciones internacionales sobre cambio climático e identificar las prioridades nacionales e interés de las organizaciones, redes e instituciones que participaron en el evento, se acordó realizar esfuerzos de un trabajo común alrededor de un conjunto de actividades destinadas al fortalecimiento de la agenda de incidencia nacional e internacional sobre crisis climática,
Entre las principales actividades comunes acordadas está la elaboración de una propuesta de implementación nacional para los mecanismos desvinculados del mercado de carbono que recoja las necesidades locales, ser viable y atractiva en el contexto de las negociaciones internacionales para facilitar la incidencia.
En el encuentro participaron representantes de organizaciones de la sociedad civil, miembros y aliados de la PBFCC, como la Fundación Jubileo, Inti Illimani, Red Polinizar, Movimiento Agroecológico Boliviano, Grupo de Trabajo y Justicia Climática, CIPCA, CMCJ, Solidagro, entre otros.
La PBFCC estrenó el documental «El destino de los nevados y la crisis climática»
Por PBFCC
La llegada de la Crisis Climática se empieza a sentir con más claridad en diferentes regiones del país, en ese contexto y a través de la Campaña “Agricultura Familiar, Futuro Sostenible”, la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático (PBFCC) estrenó el documental “El Destino de los Nevados y la Crisis Climática”, en un evento presencial que se realizó el 28 de octubre en la ciudad de La Paz.
El documental se realizó en las poblaciones cercana al nevado Sajama, ubicado en Oruro, con el objetivo de describir el escenario nacional de pérdida y derretimiento de glaciares, alertar de sus impactos y mejorar la sensibilidad de la población sobre este problema.
En el evento participaron comunarios de la zona aledaña al Sajama y técnicos de CIPCA y la PBFCC quienes comentaron el contenido del documental, además los pobladores dieron su testimonio de los problemas que están atravesando a causa de los fenómenos climáticos.
El documental
El documental realizado en alianza con CIPCA Altiplano, recoge testimonios reveladores de parte de los primeros afectados por este escenario, que confirman lo advertido: La Climática ha llegado. Además, se presentan datos relevantes vinculados a la menor disponibilidad de agua en las épocas secas, que tuvieron como uno de sus más claros episodios el desabastecimiento de agua a finales de 2016, ocurrido en cinco ciudades del país, incluidas El Alto y La Paz, que dependen de hasta un 81% del agua proveniente de los glaciares en años de lluvias por debajo del promedio.
Estudios recientes de imágenes satelitales confirman la pérdida de 42 % de la superficie blanca de los hielos en glaciares andinos el 2020, y considerando la dominancia de glaciares relativamente pequeños como los que caracterizan los nevados en Bolivia, es posible estimar la pérdida probablemente de la mitad o más de la masa glaciar nacional.
Es necesario reconocer el peligro que el retroceso de los glaciares representa para la población en tierras altas y valles de Bolivia. Aún es posible realizar acciones que reviertan parte de estos efectos.
La crisis climática ya está aquí, resumen del Sexto Informe del IPCC
Por: PBFCC
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) lanzó, el 28 de febrero, el Sexto Informe de Evaluación que brinda una valoración detallada de los impactos, riesgos y adaptación del cambio climático en las ciudades, donde vive más de la mitad de la población mundial.
El informe proporciona amplia información regional para permitir el Desarrollo Resiliente al Clima. A continuación, le presentamos un resumen del mismo elaborado por Marcos Nordgren, técnico de la PBFCC.
Resumen del Sexto Informe del IPCC (ARS6-IPCC, SPM)
El reciente informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) demuestra que el tiempo para evitar los impactos climáticos ya terminó y que estamos en el desarrollo de la primera fase de una crisis climática global sin precedentes para la humanidad.
Sin embargo, el informe también es claro en señalar que de lo que hagamos la siguiente década dependerá su profundización y la eventual caída en un escenario de descontrol del proceso de calentamiento global y sus consecuencias más severas sobre nuestro clima, ecosistemas y sociedades.
El escenario que se describe en el último informe publicado por el IPCC es de grandes transformaciones, todos los ecosistemas naturales y sistemas humanos han sido ya afectados en diferentes grados.
Alrededor del 50% de las especies de animales, plantas y otros seres vivos han comenzado a desplazarse a los polos del planeta y hacia las alturas de las montañas, y varios ecosistemas están al borde de cambios, y daños irreversibles, entre ellos los ecosistemas de alta montaña dependientes de glaciares y el bosque amazónico de los que viven millones de bolivianos y bolivianas.
Por otro lado, el documento describe la manera en que prácticamente todos los sistemas humanos de producción de alimentos alrededor del mundo también han sido afectados negativamente por los cambios ocurridos.
La agricultura, la ganadería, la pesca y la acuicultura y sus posibilidades de abastecer los requerimientos humanos han sufrido impactos negativos y esto ha contribuido a empeorar la seguridad alimentaria regional y global actualmente.
Y seguirán siendo afectados en la medida en que las temperaturas sobrepasen los 1.5 °C de calentamiento probablemente en esta década y 2 °C y más las siguientes décadas, siendo África, parte de Asia y América del sur las principales regiones afectadas en los escenarios de corto y mediano plazo.
Los impactos encontrados en los ecosistemas naturales y sistemas humanos por el Panel de Expertos de la ONU durante los últimos cinco años de evaluación del reciente informe, muestra que los alcances y magnitud de los cambios es mayor que lo que los anteriores informes habían estimado y esto debe ser un llamado de emergencia a los gobiernos y sociedad civil del mundo entero.
El análisis de estudios de la salud humana reportado en el informe, muestra que ésta también ha sufrido impactos importantes en todas sus dimensiones.
Las enfermedades infecciosas (dengue, malaria, etc.), olas de calor, malnutrición, salud mental y desplazamiento de poblaciones provocadas por el empeoramiento de inundaciones, lluvias extremas, daño a infraestructura y daños a sectores económicos claves muestran un preocupante escenario de incremento de la mortalidad humana que solo se verá profundizado si no se toman acciones urgentes e inmediatas.
El informe (ARS6-IPCC, SPM) es el primero en enfatizar la importancia central que tienen los ecosistemas naturales para el bienestar de las poblaciones humanas, y describe de mejor manera la interdependencia de las sociedades humanas y los ecosistemas, especialmente en el contexto de Crisis Climática.
Esto, en otras palabras, refleja que el destino de los bosques, los bofedales, humedales, los ecosistemas acuáticos y oceánicos, también será el destino de la humanidad y sus posibilidades de responder a los enormes desafíos traídos por esta crisis climática.
La urgencia descrita es mayor a lo que informes anteriores habían transmitido y deja claro que no serán suficientes cambios graduales y lentos en el funcionamiento de las sociedades y economía humana para responder a los cambios en curso.
El informe demuestra que se requerirán de transformaciones más rápidas que incluyan innovaciones radicales en la manera de producir energía, alimentos y materiales, pero también involucran cambios culturales en dirección a formas de sociedad más sostenibles y en armonía con los ecosistemas naturales.
El 6to informe del IPCC finalmente señala que una respuesta integral y efectiva a la crisis climática en curso requiere de la toma de decisiones sobre políticas de desarrollo inclusivas y que prioricen la reducción de riesgos, la equidad y la justicia.
En este sentido, el informe (ARS6-IPCC, SPM) presenta la conclusión que para resolver la crisis del cambio climático es imprescindible resolver los problemas de injusticia y desigualdades propiciado por el orden mundial y los patrones coloniales de desarrollo nacionales e introduce con mucha mayor claridad por primera vez en el debate oficial sobre crisis climática, la noción de resolver las desigualdades internacionales y las injusticias económicas nacionales como parte de la solución a la crisis climática.
En esta dirección, el informe reitera la necesidad de involucrar activamente la participación de jóvenes, mujeres, pueblos indígenas y otros en el diseño, planificación e implementación de políticas de respuesta al cambio climático.
Entre las propuestas presentadas para resolver parte de los desafíos por la crisis climática el informe también propone la necesidad de hacer un giro importante al sistema de producción de alimentos, del modelo agroindustrial -y ganadero- actualmente responsable de grandes superficies deforestadas y degradadas, hacia modelos agroecológicos, agroforestales y silvopastoriles que permitan un mejor y más sostenible uso de los recursos naturales a tiempo de reducir el uso de agroquímicos y mejorar la seguridad alimentaria y la justicia económica.
El llamado de la PBFCC
Desde la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático llamamos nuevamente a las autoridades nacionales, regionales, locales y a la sociedad civil en su conjunto, a realizar un urgente giro del modelo de desarrollo nacional hacia uno que promueva la agricultura familiar de base agroecológica y potenciar la economía de los bosques para permitir un uso más sostenible y democrático de los recursos nacionales, al mismo tiempo de recuperar la estabilidad ecosistémica y las posibilidades de un genuino desarrollo resiliente al cambio climático.
Tenemos, cada vez, menos tiempo para resolver estos gigantescos desafíos y de la capacidad de superar todos los conflictos políticos para priorizar el tratamiento de la crisis climática, dependerá la viabilidad del propio Estado boliviano y la humanidad.
Bajo el actual modelo no es posible “Salir Adelante” como señala el slogan del Gobierno, pero con un bosque nacional sostenible y unos Andes productivos y reverdecidos, superaremos el gran desafío “Civilizatorio del Cambio Climático”, a tiempo de resolver las deudas nacionales de desarrollo y bienestar históricamente postergadas.
Lea el informe completo aquí
*Elaborado por Marcos Nordgren Ballivián, Técnico de la PBFCC
Cero deforestación en Bolivia para el 2030, para cosechar los frutos de la gestión del bosque y la agrobiodiversidad
Por *Marcos Nordgren Ballivián
En estas semanas varios de los gobiernos de Latinoamérica y el mundo, Bolivia incluida, se apresuran en preparar sus nuevos compromisos climáticos, retrasados ya algunos meses de los plazos establecidos internacionalmente, debido a los contextos políticos-sanitarios del mundo, pero también a causa de falta de reconocimiento de su urgencia.
Precisamente esos documentos y las promesas de acción climática que encierran serán la base para evaluar las posibilidades que como humanidad tendremos, de frenar la profundización de una crisis climática que ya ha comenzado y que en las siguientes pocas décadas literalmente pondrá a arder los bosques restantes y amenazará la viabilidad de nuestras sociedades.
Estos compromisos climáticos nacionalmente determinados (o NDC por sus siglas en inglés) son la herramienta base del Acuerdo de París y cuyo contenido estará en el centro de los análisis de la cercana cumbre climática, COP26, para fines de este año, ya que reflejan de manera concreta lo que cada país está dispuesto a hacer para contribuir en la desaceleración de la crisis climática.
Como se dieron cuenta ya no se habla de evitar la crisis, ésta ya ha comenzado. Pero la discusión actual se trata de si podremos reducir los peores escenarios y evitar sus impactos significativamente, para lo que es necesario actuar ya, mensaje central entregado por el Panel climático de expertos de Naciones Unidas en su más reciente informe.
La profundidad del problema no es menor, como lo han advertido incesantemente las principales autoridades de Naciones Unidas y virtualmente toda la comunidad científica del mundo. No se trata ya de la extinción de una o 10 especies de plantas o animales, ni de la pérdida de belleza escénica para que generaciones futuras puedan contemplar lo que nuestras abuelas y abuelos dieron por sentado.
Este enorme conflicto ambiental, representado por la Crisis Climática, es ya sin exageraciones el desafío central que definirá el porvenir de la humanidad, y en términos muy concretos: su disponibilidad de agua potable, éxito en la producción agrícola y alimentos, o la regulación de temperaturas vivibles, donde plagas y vectores de enfermedades no se reproduzcan descontroladamente.
Hasta hace algunos años atrás, la preocupación colectiva parecía centrarse en cuál sería el destino de los bebés que nacen hoy, en un mundo futuro sumido en el caos climático. Pero queda mucho más claro ahora que la gran mayoría de la población boliviana vivirá las penurias y transformaciones traídas por la crisis climática, que indudablemente se profundizará en las siguientes décadas.
Lo que está pendiente por definir es si también tendremos oportunidad de vivir la transición nacional hacia modelos económicos y sociales más robustos, sostenibles y justos, y la opción de volver a tener horizontes de un futuro floreciente.
Empero, los pueblos indígenas se ven los más afectados en modos distintos por el cambio climático, así como por las políticas o acciones aplicadas para hacerle frente.
Se enfrentan a amenazas específicas a sus medios de vida, culturas y modos de vida, su situación es distinta de la de otros grupos. Sin embargo, los pueblos indígenas son fundamentales para el éxito de las medidas y las políticas dirigidas a mitigar el cambio climático y a adaptarse a sus efectos.
Por otro lado, los pueblos indígenas, con sus conocimientos y ocupaciones tradicionales, tienen un papel excepcional que desempeñar en la acción climática, que abarca tanto las medidas de adaptación al cambio climático como de mitigación de sus efectos y las políticas.
Horizonte de esperanza
Desde la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático estamos convencidos de que la posibilidad de ser testigos y participes activos de este nuevo y próspero futuro existe.
Creemos que la transición requerida es un escenario con posibilidades de florecimiento socioambiental y económico que superan lo alcanzado hoy, y que esto debe inspirar la propia transformación urgentemente requerida.
Sin embargo, debe quedar claro que los actuales ideales de desarrollo, frecuentemente limitados a la acumulación material, deben ser reemplazados colectivamente por una visión de prosperidad que otorgue mayor centralidad al desarrollo intelectual, cultural y socioambiental, satisfaciendo las necesidades humanas básicas de todas las personas simultáneamente.
La solución, sostenemos, no está en el miedo a lo que pueda ocurrir, sino en la capacidad de soñar y realizar el potencial de sociedad más prospera y sostenible, al vernos obligados a construir sociedades que hagan un mejor uso y distribuyan mejor sus recursos.
Esto ya no es una opción, es un imperativo científico que supera debates ideológicos de izquierdas o derechas con fechas de expiración cumplidas.
En dirección a esta vital transformación socioeconómica y ambiental, identificamos dos importantes giros de la política nacional que deben marcar nuestro camino y ambas tienen que ver con las vocaciones naturales que el territorio y riqueza cultural han otorgado a este país, que no puede ser considerado otra cosa que, privilegiado, especialmente en el contexto global de la crisis climática.
Hablamos de los bosques y el legado sociocultural de la agrobiodiversidad indígena-campesina nacional, uno de los principales centros mundiales de diversidad de semillas y cultivos agrícolas del planeta entero. No somos centro tecnológico, ni de innovación energética, pero si somos cuna de miles de alimentos y cultivos, y los conocimientos que los rodean.
Cerca del 80% de las emisiones de contaminantes climáticos, de las que Bolivia es responsable, es causada por la deforestación y la política agropecuaria nacional.
Pero talvez, más importante es que esta deforestación y modelo agropecuario está contribuyendo a empeorar los incendios forestales y desastres climáticos vistos los últimos años, y amenaza con terminar por dar un golpe de gracia a todos los bosques en el continente, con incalculables daños socioeconómicos y ambientales, según estudios de científicos renombrados, como Carlos Nobre en Brasil.
Debido a esto el principal elemento de los compromisos climáticos bolivianos debe ser lograr cero deforestación para 2030 y creemos que esta meta de ninguna manera es un sacrificio, sino abrirá la puerta a oportunidades económicas superiores a las existentes hoy, pero que además son genuinamente sostenibles y se alinean al andamiaje financiero que guiará el financiamiento climático, urgentemente requerido.
Hoy sabemos, por ejemplo, que la producción silvestre[1] de frutos amazónicos como el majo, el cacao silvestre, el asaí y la castaña tiene un valor económico mucho mayor que el de la soya transgénica y la carne vacuna de exportación conjuntamente.
Solamente el valor potencial de la pulpa de Asaí cosechada y extraída de los bosques silvestres en Bolivia, podría alcanzar un valor superior a los 1200 millones de dólares, y a precios del mercado interno.
El majo y el cacao silvestre amazónico tienen por su lado potenciales que se asemejan o superan a los del asaí, si además invertimos en una industria capaz de transformarlos en chocolates finos y aceites tropicales silvestres, altamente apreciados en el mercado internacional.
El caso de la castaña es más gráfico aún, ya que, con prácticamente ninguna inversión pública específica, se exportan montos superiores a los 200 millones de dólares anuales, además de atender el mercado nacional.
Estos datos, cuantificados por biólogos y profesionales bolivianas y bolivianos en la última década, demuestran que, aún solo considerando cuatro frutos silvestres, el valor del bosque es mucho mayor a lo que la agroindustria y ganadería jamás podrán ofrecer al país[2] , y esto no incluye siquiera las funciones ambientales de garantizar ciclo hídrico que distribuye las lluvias, regula las temperaturas y absorbe buena parte de los contaminantes climáticos causantes de la crisis; funciones sin las cuales estaríamos indudablemente perdidos.
Lo interesante del contexto actual es que los recursos para la inversión en este giro del aparato productivo, pueden gestionarse de los cientos de miles de millones de dólares que se pondrán a disposición de políticas climáticas en estos años, y a los que Bolivia debe acceder con un marco político que priorice las respuestas al cambio climático y la deforestación cero.
En un frente diferente pero estrechamente relacionado, la diversa base de cultivos alimenticios desarrollado por las milenarias culturas que habitan todavía el territorio nacional, entre guaranís, aymaras, quechuas, moxeños, chiquitanos y muchos otros, constituye un segundo gran potencial nacional que necesita ser cuidado y promovido.
El ejemplo limitado pero muy interesante dado por el Perú nos sirve de guía, quien, con una apuesta por la producción de granos andinos y frutas de alta calidad, ha desarrollado una importante y diversa economía agrícola, usando como principal insumo las semillas y conocimientos ancestrales.
Prohibiendo el uso de transgénicos y sus agrotóxicos a través de una ley de moratoria, el Perú demostró su seriedad en producir alimentos de alta calidad para mercados que asegurados por estas señales les abrió las puertas a productos poco convencionales, como papas autóctonas andinas, muy apreciadas en un mundo acostumbrado a la monótona papa “holandesa“, de la comida rápida.
Bolivia con un legado de agrobiodiversidad más parecido al peruano que al brasilero o al argentino, tiene la posibilidad de aprovechar sus potenciales de maneras más sostenibles y coherentes con las graves crisis que enfrentamos. Pero debemos hacerlo rápido y el camino hacia esa posibilidad es el debate público entorno a la transformación de la política agropecuaria nacional.
Estamos a tiempo de evitar gran parte de los desastres que aguardan y de reinventar nuestro futuro, pero resta ver si contamos con la suficiente lucidez y convicción política que aún tiene su refugio, algunos sectores sociales y en unos pocos pasillos y oficinas del aparato público nacional.
* Marcos Nordgren Ballivián es cientista medioambiental y técnico de la PBFCC
[1] Estimación conservadora estimada de producción anual de árboles silvestres maduros.
[2] Vos et al_2016_Estimación del potencial
La sequía, los bajos precios y el contrabando afectan a pequeños productores indígenas y campesinos
Por: PBFCC Campaña “Agricultura familiar, futuro sostenible”
17 de junio de 2021.- Los pequeños agricultores atraviesan por dificultades provocadas por la sequía, los bajos precios y el contrabando, aseguraron René Cruz, dirigente campesino, y la indígena chiquitana Roxana Vaca Parapaino.
Esas aseveraciones fueron realizadas durante la presentación de la campaña “Agricultura familiar, futuro sostenible” que ejecuta la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático (PBFCC) con el objetivo de visibilizar y resaltar la importancia estratégica del sector para la seguridad y soberanía alimentaria de la población boliviana, la reactivación económica y la lucha contra la crisis climática y de salud.
La agricultura familiar, entendida como la unidad de producción de familias campesinas o indígenas que posee y explota pequeñas parcelas de tierra con recursos propios, proporciona en el 65% de los alimentos consumidos en el país. Se estima que hay 800.000 unidades de agricultura familiar en Bolivia, dentro de las cuales se encuentran los 4.000.000 de afiliados de la CSUTCB.
“Todos los afiliados a la Confederación son productores en el campo y sufren de problemas como la sequía, heladas y granizadas. El seguro agrario no funciona y el apoyo técnico es mínimo”, lamentó René Cruz, secretario Desarrollo Productivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB).
Otra dificultad para los campesinos de las diferentes regiones del país es el contrabando, remarcó Cruz. “Nuestras comunidades producen legumbres y hortalizas de forma ecológica, mientras que los vecinos peruanos, que no lo hacen, bajan el precio de los productos, y nuestros afiliados tienen que vender a precio de gallina muerta”, reclamó el dirigente de la CSUTCB.
Por la misma situación pasan los pequeños agricultores indígenas de la Chiquitania, según la afirmación de Roxana Vaca Parapaino, pequeña agricultora de la Central de Comunidades Indígenas de chiquitos Turubo (CCICH-T), quien relató que su producción está almacenada mientras los precios mejoren.
Los chiquitanos siembran maíz, yuca y frijol en pequeña escala. Cuando los ofrecen a la venta no reciben el precio debido, porque no pueden competir con grandes productores. Por ejemplo, los menonitas venden el quintal de maíz a 30 bolivianos y los chiquitanos a 60 o 70 bolivianos, porque ese es el precio justo, a decir de Vaca. Por eso, están almacenando el maíz en los silos hasta que las condiciones de venta mejoren, porque no quieren regalar su trabajo.
“Para las mujeres es fundamental tener el sustento. Trabajamos arduamente los pequeños productores para poder conseguir un ingreso económico. Necesitamos un apoyo del gobierno departamental y nacional para poder tener el sustento bien fortalecido en nuestras comunidades. Porque yo creo que, estando bien fortalecidos con la venta de los productos con un precio equitativo, así vamos a reducir un poco la pobreza dentro de nuestras comunidades”, puntualizó Roxana Vaca.
Lo mismo pasa con sus huertos familiares que han dado buena cosecha, los precios por sus productos son muy bajos, por estas razones buscan mecanismos para mejorar la situación de los productores chiquitanos.
Frente a estos problemas el dirigente campesino, René Cruz, adelantó que la CSUTCB elabora un plan de desarrollo agropecuario, planteando macro proyectos, sobretodo en el tema de riego para el altiplano, el valle y oriente.
También dijo que van a proponer al presidente Luis Arce una política nacional para poder vender los productos a precio razonable. Mientras tanto, ejecutan un plan de reactivación económica agropecuaria a través de ferias, para crear una conexión entre el productor y el consumidor.
Agricultura familiar frente
a las múltiples crisis
Durante la presentación de la campaña “Agricultura familiar, futuro sostenible”, Juan Carlos Alarcón, técnico de la PBFCC, manifestó la importancia de apostar por la agricultura familiar como medida para enfrentar el cambio climático y reducir emisiones de gases de efecto invernadero.
“Sin embargo, hay que decir que casi siempre todos los gobiernos han excluido a este sector y creo que es importante ahora darle el lugar que merece. Estamos hablando de más de dos millones de productores que se dedican a la agricultura familiar y están aportando, según algunos estudios, casi con el 65% de las necesidades de alimentos que requiere la población boliviana”, expresó Alarcón.
Los pequeños productores requieren asistencia técnica, la regularización del derecho propietario, generar innovación tecnológica para mejorar la producción para alcanzar la competitividad que por ejemplo tienen en Perú, por estas razones es urgente discutir este año estos temas, por el aporte que hacen a la alimentación, al medio ambiente y también a la economía porque generan empleo, explicó el técnico de la PBFCC.
Convencidos de que si queremos un futuro sostenible para las nuevas generaciones tenemos que apuntar a este tipo de agricultura, por eso la PBFCC ejecuta la campaña que tiene tres etapas. La primera, que ya iniciamos, se enmarcará en la generación de información sobre el estado actual de los agricultores familiares. “Ahí está la importancia de la presencia de organizaciones como la CSUTCB y la CCICH-T, justamente porque ellos tienen que hacer visibles las demandas que tienen, las dificultades, pero también del aporte y el aspecto positivo del sector”, expresó Alarcón.
La PBFCC inició la campaña en mayo y terminará mediados de diciembre, tiempo en el cual se realizarán diferentes encuentros con los pequeños agricultores que contarán sus experiencias, sus fortalezas, debilidades, necesidades. Se busca poner en la agenda de la población, de los medios de comunicación y de las autoridades del sector para incidir en las políticas públicas.
“La ambición es grande para la campaña. Desde la Plataforma Frente al Cambio Climático y nuestros aliados sostenemos que esté ya no es un momento de levantar la demanda de la agricultura familiar como una demanda sectorial, sino como una demanda nacional, porque su producción nos llega a la mesa de todos los que vivimos en este territorio”, señaló Marcos Nordgren, técnico de la PBFCC.
Nordgren remarcó que estamos en un proceso de profundización de la crisis económica causada por la Covid-19, que viene acompañada de la crisis climática, evidenciada el 2014 con las grandes inundaciones, las peores de las que se ha tenido registros en Bolivia. Además, el 2016 pasamos por un severo desabastecimiento de agua potable en Cochabamba, Chuquisaca, La Paz, Oruro y Potosí que puso en vilo a la población, a esto se sumaron los megaincendios de 2019, que se repitieron, en menor medida, en 2020.
“Esto evidencia la profundidad de esta crisis climática, tan grande y compleja. En su conjunto -la crisis sanitaria, la crisis económica y la crisis climática ambiental- es una crisis del modelo de desarrollo civilizatorio, podríamos llamarla así por la gravedad y profundidad de los desafíos que nos imponen en los siguientes años. Por lo tanto, la reacción, en respuesta a este conjunto de crisis vinculadas, es que el mundo deberá transformarse para evitar caer en un caos climático”, expuso Nordgren.
Somos testigos presenciales de que todo esto está pasando, por tanto, tenemos los siguientes diez años para hacer profundas transformaciones en la economía, en estos sistemas de producción de alimentos, en la forma en que llevamos las vidas en las ciudades y en campo, remarcó.
La PBFCC y sus aliados consideran que la agricultura familiar juega un papel central para poder responder a estos desafíos y al mismo tiempo dar varias de las respuestas que necesitamos al momento de crisis múltiple que vivimos.
Se ha promovido la agroindustria y eso ha significado una pérdida de ecosistemas y de biodiversidad, lo que ha desembocado junto con el calentamiento global en los incendios forestales de 2019 y 2020. Si no queremos que esto se repita no debemos profundizar el
modelo extractivo del modelo económico boliviano que no ha dado resultados positivos.
Otros sectores han demostrado su papel estratégico en la economía y para enfrentar la crisis climática, la agricultura familiar es el camino que queremos priorizar y esta demanda, de los campesinos y los indígenas, tiene que ser apoyada por toda la ciudadanía.ALGUNOS DATOS
- En Bolivia subsisten dos sectores productivos de alimentos: la agricultura a gran escala, sostenida por la agroindustria, y la agricultura tradicional, prácticamente sostenida por la agricultura familiar que contribuye a que la población tenga una alimentación más autónoma.
- En Bolivia existen 871.608 unidades productivas agropecuarias: 787.720 ocupan la pequeña propiedad hasta las 50 hectáreas; 68.113 ocupan propiedades de 50 a 1000; 4.983 de 1000 a 5000; 792 tienen propiedades más de 5 mil hectáreas (Censo Agropecuario 2013)
- La agricultura familiar produce mayor variedad de productos frescos de consumo diario entre hortalizas, tubérculos, frutas y cereales; frente a la agricultura no familiar (de gran escala), que concentra casi la totalidad de su producción en fibras, granos y cereales industriales (IISEC y CIPCA).
- La agricultura familiar cubre el 96% de los 39 productos de la canasta básica. El consumo interno de alimentos es abastecido en 65% por la agricultura familiar, el 3% por la agricultura no familiar y el 32% por importaciones.
#Campaña: El mundo es lo que producimos en él
Por Marcos Nordgren*
«Agricultura familiar, Futuro sostenible»
18 de mayo de 2021.- La expresión eres lo que comes ha sido usada en el contexto de la salud humana y los hábitos de una alimentación saludable durante casi dos siglos, desde que el filósofo alemán Feuerback la acuñara en 1850, y para muchos suena hoy igual de familiar a nuestros oídos como cualquier otro dicho popular, tan pronto lo volvemos a escuchar.
Pero a estas alturas de la segunda década del siglo XXI, entre una pandemia viral y las primeras señales amenazantes de un probable colapso climático, la expresión antes usada en referencia a la salud humana exclusivamente, tiene hoy implicaciones más estructurales sobre los desafíos y destino de la civilización humana actual. Lo que comemos, y sobre todo como lo producimos, tiene enormes consecuencias en nuestros ecosistemas y definirán nuestro futuro común.
El último año al menos, hemos vivido una situación global de grandes desafíos sociales y económicos causados por significativos cambios ambientales que permitieron, cada vez más estudios lo afirman[1], el salto de un virus presente en pangolines[2] y murciélagos asiáticos, al ser humano; con consecuencias que a estas alturas no han pasado desapercibidas para ninguna persona.
Estos murciélagos y pangolines especialmente, han sido cazados y perseguidos por el ser humano durante décadas por sus supuestas propiedades medicinales, pero además han sufrido la pérdida de gran parte de los ecosistemas que conforman su hogar, para ser reemplazados por cultivos o granjas de ganado, aumentando así el contacto de estos animales silvestres con la crianza de animales domésticos y otras actividades humanas frecuentemente de gran escala.
El mayor contacto entre animales silvestres, domésticos y seres humanos a su vez, facilitó la transmisión de este virus, entre especies distintas y la ocurrencia de mutaciones y cambios genéticos suficientes, permitieron el contagio de este mismo virus, esta vez entre personas, y el desarrollo de la enfermedad en una pandemia con todas sus implicaciones globales.
La propia OMS y otros institutos especializados habían advertido constantemente en últimos años[3],[4], sobre el peligro que representaban las enfermedades zoonóticas, de origen en animales silvestres, para el ser humano. Pero no fue hasta que comenzó el año 2020, que pudimos comprobar todos y todas que las advertencias hechas, habían sido tan reales como la pandemia de COVID-19.
De esta manera, los importantes cambios medioambientales que hemos causado como humanidad las últimas décadas, han tenido una de sus primeras y dramáticas consecuencias, genuinamente globales. Sin embargo, pese a aún continuar en la segunda ola de la pandemia, acercándonos a las casi 3 millones de muertes ocasionadas por el Covid-19[5], las dificultades producidas por la presente pandemia empequeñecen, si levantamos un poco la vista al horizonte y empezamos a comprender las alteraciones ambientales que el ser humano continúa provocando, y las consecuencias que estas afectaciones tendrán para nuestro planeta en su conjunto, y especialmente para las propias sociedades humanas.
Esta etapa de la discusión ambiental ya no se trata pues, del criticado “conservacionismo” colonial, acusado por centrarse en evitar la extinción de especies como un fin en sí. En juego está el futuro de la propia humanidad y quien aún no lo entienda así, todavía está estancado en las criticas al conservacionismo de décadas pasadas.
La escala de la interferencia humana
Hoy en día el ser humano ya ha acaparado y deforestado globalmente más de la tercera parte (33%) de los territorios que antes albergaban bosques y casi dos terceras partes (65%) de los pastizales y montes bajos que existieron en el mundo[6], además de haber degradado una buena parte de los bosques y suelos restantes. De toda esta superficie de tierra ahora agrícola, que representa la mitad de la tierra habitable globalmente, la humanidad emplea más de tres cuartas partes (77%) para la producción y crianza solamente de animales para carne, derivados animales y forrajes para estos[7].
Mientras que la restante cuarta parte de la tierra agrícola (23%), es dedicada a cultivos diversos para la alimentación humana directa, con una porción cada vez mayor bajo producción del modelo agro-empresarial, esquema de monocultivos de gran escala mecanizada, que continúa en acenso, junto a su dependencia de la deforestación, y su elevado uso de derivados de petróleo: fertilizantes, plaguicidas y combustibles para el funcionamiento de prácticamente toda la maquinaria agroindustrial.
Esta dinámica de la agricultura mundial ha significado un continuo debilitamiento y abandono sistemático por parte de gobiernos de la agricultura familiar campesina e indígena, que pese a todas las dificultades persiste en producir más del 65% de los alimentos en países como el nuestro[8], mientras que el modelo agroindustrial aporta con sólo el 3% de la alimentación, pese a ocupar la mitad de la tierra agrícola en Bolivia.
Debido a una mayor demanda de carnes de porciones de población con mayor poder adquisitivo, las ineficiencias del modelo productivo y la insuficiencia de pastizales o praderas naturales, la ganadería en el país, ha continuado habilitando nuevas tierras de la forma más barata, y al mismo tiempo, costosa socio-ambientalmente hablando.
A través de la deforestación y quemas, en Bolivia se han habilitado un millón de nuevas hectáreas sólo para el ganado entre 2000 y 2010[9], y más de 7 millones de hectáreas deforestadas adicionalmente entre el 2011 y 2016, permitiendo el establecimiento de nuevas pasturas para la ampliación de los hatos ganaderos y nuevos cultivos requeridos para la crianza de animales en mayores densidades, con el uso de balanceados y piensos para la producción intensiva de carnes (varios pescados), lácteos, huevos y otros derivados animales.
En Bolivia se estima que la ganadería ha causado al menos un 60% de la deforestación la última década[10], y si se considera que mayor parte del valor de la soya transgénica producida[11] (más del 66% del valor del grano) se consigue a través del uso de la torta de soya como balanceado para animales, se puede inferir que la producción de carnes y derivados, son sin lugar a dudas el principal impulsor de la deforestación en nuestro país desde hace ya varios años.
La industria global de energía fósil (Petróleo, gas natural, carbón mineral) por su parte, ha aumentado en las últimas décadas la cantidad de gases invernadero liberadas de maneras impensables. La cantidad de gases invernadero emitidas por esa industria en el periodo 1750-1970, fue triplicada en solamente 40 años, hasta el 2010[12], y la cantidad de estos gases emitidos anualmente han seguido en ascenso hasta el presente, con un pequeño retroceso, rápidamente recuperado durante la pandemia.
En conjunto, las emisiones globales producidas por el uso de combustibles fósiles y la deforestación, han significado el aumento sin precedentes de la cantidad de gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera, superando actualmente los 417 partes por millón (ppm) de CO2, comparado con los niveles normales de 280 ppm de CO2, allá por el año 1850, previo al inicio del uso de combustibles fósiles.
Estas grandes transformaciones de nuestro entorno ambiental común, han tenido impactos locales, regionales y globales muy concretos. La desaparición de especies, la alteración de ciclos hídricos y como también vemos hoy en día, la aparición de nuevas enfermedades de origen en animales silvestres, que han provocado la primera pandemia después de casi un siglo sin haber experimentado la humanidad algo parecido. Sin embargo, también han contribuido decididamente a otro, y más preocupante fenómeno global, que empieza a visibilizarse con más fuerza desde inicio del nuevo milenio: la gran Crisis Climática en ciernes.
Junto con la destrucción de al menos un tercio de los bosques y dos terceras partes de pastizales y montes bajos naturales en el mundo, la función de estos sumideros de carbono, (los bosques y vegetación son capaces de absorber hasta un tercio del dióxido de carbono emitido por las sociedades humanas[13]), ha sido considerablemente reducida. Pero además la humanidad ha continuado acelerando la liberación de enormes cantidades adicionales de dióxido de carbono y metano de origen fósil, ambos gases invernadero, con cada vez más profundas consecuencias sobre el ciclo de carbono y el balance energético del planeta.
En este escenario nos encontramos camino a un inminente precipicio civilizatorio. La dirección de las políticas de desarrollo en el mundo, y particularmente nuestro País, por el momento parecen directamente incompatibles con las acciones mínimas para evitar un colapso del sistema climático global, y el inicio de un tiempo de grandes impactos socioambientales vinculados a una suerte de descarrilamiento o colapso climático.
No caben más dudas. La situación en estos momentos de la historia de la humanidad es de enorme emergencia, y sin embargo las acciones y promesas de los gobiernos del mundo siguen siendo incompresiblemente insuficientes para detener el aumento de temperaturas globales en niveles mínimamente aceptables para los intereses de la inmensa mayoría de seres humanos, sin mencionar las afectaciones a ecosistemas y los seres vivos en ellos.
Bajo el escenario actual, las promesas de reducción presentadas por las naciones firmantes del Acuerdo de París hasta diciembre del 2020, apenas alcanzan para reducir sus emisiones en 0,5% para el año 2030 (comparado con las emisiones de esos países en 2010). Sin embargo, el escenario ideal requiere de al menos 25 a 45% de reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2030, bajo el escenario mínimamente aceptable (1.5-2C° de calentamiento), establecido por el Acuerdo de París de la Convención Marco De Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
Hay en el mejor de los casos, una gran brecha de 24 a 44% de reducción de emisiones para el año 2030, que debe ser superada si es que la humanidad tendrá oportunidad de evitar mayor parte de las grandes catástrofes climáticas que están a la vuelta de la esquina.
La dimensión de la emergencia
La década 2010-2020 fue la más caliente en la historia de la humanidad[14], y deja al 2020 como el año más caliente jamás registrado, como una evidencia más que se suma a la avalancha de pruebas de los gigantescos cambios que estamos ocasionando como humanidad, y que es necesario repetirlo, empequeñecen las consecuencias de la pandemia de Covid-19 y sus incalculables costos humanos.
El periodo 2014-2020 en Bolivia, con intensas inundaciones en la Amazonía el 2014, la importante sequía y consecuente desabastecimiento de agua en la región andina a finales de 2016, los incendios forestales sin precedentes y la peor epidemia regional de dengue en registros de 2019 y 2020, y otros desastres asociados a la Crisis Climática, nos han demostrado que la ocurrencia de extremos climáticos es cada vez más frecuente. Según algunos estudios, hoy en día los extremos climáticos son al menos el doble de frecuente comparado con el comportamiento del clima en el año 2004[15]. Pero todo esta por empeorar.
Las proyecciones indican que estamos camino a superar los 3 o 4 grados de calentamiento global por encima de los promedios normales, y en esos escenarios, la ciencia advierte, existe el peligro de atravesar puntos de no retorno del sistema climático que desencadenen escenarios aún peores, de 6 grados o más de calentamiento, debido a los mecanismos de auto reforzamiento, que incluyen la liberación de metano de suelos congelados del ártico o la desaparición de cobertura glaciar capaz de reflejar parte de la radiación solar.
La acción colectiva simultánea e inmediata, el único “freno de mano” de la profundización de la Crisis Climática
La atmósfera de nuestro planeta constituye en la práctica, un espacio que termina siendo el destino de una buena parte de los desechos volátiles o contaminación aérea que la humanidad produce al quemar combustibles fósiles, deforestar y degradar vegetación a través de incendios forestales o la producción de enormes hatos ganaderos y demás procesos industriales. Sin embargo, y como pasa con todo el mundo físico que nos rodea, este espacio atmosférico no es infinito, y cuando se superan ciertos límites en las cantidades de gases que pueden ser retenidos por la atmósfera, los efectos sobre el sistema en su conjunto, son inevitables.
Este espacio atmosférico, a diferencia de la tierra firme o incluso los océanos que también son parcialmente distribuidos territorialmente, es inherentemente de uso compartido entre todos los seres humanos, naciones o demás seres vivos del planeta. Es precisamente el uso común y desmedido que hemos hecho de este espacio, la causa de la Crisis Climática, y son algunas naciones específicamente quienes han tenido mayor responsabilidad en esta ocupación atmosférica.
En esta dirección de razonamiento, no quedan dudas de que los países en vías de desarrollo, sin industrias significativas, con consumos bajos de energía o bienes materiales, han ocupado una menor porción de este espacio, comparado con países de economías avanzadas, con elevado consumo de materiales y energía.
De esta manera por ejemplo, se calcula que Estados Unidos es históricamente responsable de al menos una cuarta parte (25%) de todas las emisiones históricas acumuladas, Europa ha contribuido con el 22%, China ha aportado con una octava parte (12,7%), mientras que el Japón, la India y toda Sudamérica han sido causantes de 4%, 3% y 3% respectivamente, de todos los gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera desde que el ser humano empezó a alterar significativamente su composición[16].
Los países en vías de desarrollo como el nuestro, son en consecuencia, los menores responsables de la presente Crisis Climática. Sin embargo, nuestra mayor vulnerabilidad y exposición a desastres climáticos[17], debe inspirarnos a asumir un papel más proactivo en las soluciones y no lo opuesto, como ocurre actualmente. Especialmente a la luz de la escasa ambición mostrada por los países desarrollados para asumir su verdadera responsabilidad, y la imposibilidad mostrada de forzar el cumplimiento de sus responsabilidades para la reducción de emisiones de esos países, bajo el fallido Protocolo de Kioto.
El papel de países como Bolivia específicamente, que producen importantes emisiones por deforestación con comparativamente una pequeña población nacional, ocupan un papel central en las soluciones al gran desafío de este milenio, tanto globalmente por su potencial de revertir emisiones por la deforestación, convirtiéndolas en absorción de carbono, como por la importancia regional de las funciones de estabilización de la humedad y temperaturas que juegan los bosques, y especialmente el ultimo gran bosque tropical, el Amazonas. Existiendo importantes oportunidades de establecer una floreciente economía compatible con los potenciales de los bosques tropicales, Bolivia podría sacar ventajas múltiples de un giro en sus estrategias de desarrollo.
En este sentido, Bolivia juega involuntaria e inadvertidamente un papel más importante en el futuro de las soluciones al cambio climático, de lo que las políticas y gobernantes nacionales parecen comprender, y resulta imprescindible iniciar un nuevo debate nacional sobre la importancia de este nuevo lugar a ocupar, tanto para los intereses nacionales, como globales, para la propia continuidad de las sociedades humanas más ampliamente.
El sistema de Naciones Unidas, convenientemente, ha venido creando un conjunto de mecanismos de financiamiento a acciones y políticas nacionales que, si bien pueden tener condicionantes y consecuencias diferentes, representan una importante oportunidad para la canalización de recursos para el rediseño de las políticas de desarrollo boliviano en la dirección de una gobernanza resiliente y capaz de hacer aportes a los esfuerzos internacionales de reducción de emisiones. En esta dimensión, urge identificar y aprovechar las oportunidades creadas, para la implementación de políticas de desarrollo capaces de interpretar los desafíos de la nueva y emergente realidad de la Crisis Climática.
El destino de nuestros bosques y suelos es también nuestro destino
Las perspectivas económicas del país en la actualidad y el pasado histórico, han dependido de los consecutivos auges de materias primas y activación de industrias extractivas al servicio del comercio internacional, en ciclos económicos que han marcado el acontecer político, social y hasta cultural de Bolivia. La actual propuesta económica del gobierno boliviano, no ha significado una ruptura con esa tendencia, y más al contrario ha continuado apostando como matriz económica, por la explotación de hidrocarburos, minerales y la ampliación de una agroindustria basada en prácticas agrícolas degradantes e insostenibles, con su consecuente expansión sobre los bosques del país, profundizando regional y localmente los ya problemáticos cambios en el sistema climático global.
Esta profundización del viejo modelo ocurrido irónicamente durante un autodenominado gobierno indígena, ha sucedido simultáneamente al abandono de la agricultura y economía familiar campesina e indígena, quien ha visto como la falta de políticas de apoyo, las importaciones y un creciente contrabando desde sistemas agrícolas más robustos en países limítrofes, han continuado debilitando y marginalizando más las economías rurales dentro del país. Aún y pese a esta tendencia, las economías campesinas indígenas no solo siguen subsistiendo, sino que todavía producen cerca de dos terceras partes (65%)[18] de los alimentos consumidos por la población nacional, y además constituyen frecuentemente un resguardo contra el avance de modelos de producción menos sostenibles, como los promovidos por la agroindustria boliviana, de escaso aporte al fisco nacional o en la creación de empleos.
El sector agrícola boliviano en su conjunto, sin embargo, se encuentra en una crónica crisis desde hace ya varias décadas, y la agricultura familiar especialmente parece amenazada por varios frentes, subrayando el abandono Estatal, pese a los importantes aportes a la economía nacional y los potenciales que encierra su amplia diversidad agrícola o de recolección.
Apuesta por la Agricultura familiar diversa, para una reactivación transformadora
Ante todas estas nuevas evidencias de un contexto global radicalmente diferente y de grandes desafíos para nuestro país y el mundo, resulta indispensable y urgente debatir una renovada Estrategia Nacional de Desarrollo, capaz de responder a los nuevos elementos de un mundo en acelerada transformación, y garantizar condiciones suficientes para asegurar una vida digna y en paz para los y las más de 12 millones de bolivianas.
El hecho que Bolivia asuma lo antes posible un rol activo en las soluciones al Cambio Climático en el contexto nacional, aportando simultáneamente con soluciones a la crisis global del cambio climático y sus incalculables consecuencias, otorgará una ventaja competitiva al país que dará oportunidad de priorizar mejoras en la calidad de vida de la población, en vez de solamente reaccionar a los escenarios de emergencia que se irán sucediendo, como ha ocurrido en los últimos años.
Después de demasiadas décadas en el abandono por parte del Estado y los gobiernos de turno, la posibilidad de una agricultura familiar campesina, indígena, diversa y fortalecida, emerge como una puesta económica, socio-ambientalmente estratégica para precisamente atender simultáneamente varios de los principales desafíos que enfrenta la sociedad boliviana y el mundo en su conjunto.
Los interesantes potenciales productivos, nutricionales y socioambientales de reforzados sistemas familiares de producción de granos y ganado altoandinos, el atractivo múltiple de la gestión de frutos silvestres, plantas medicinales y funciones de estabilización de carbono del bosque Amazónico, o el aprovechamiento de las pampas inundables del Beni con ganado y cultivos en plataformas elevadas, emulando las tecnologías moxeñas en conjunción con las herramientas modernas, otorgaría al país un liderazgo suficiente para aprovechar esquemas de financiamiento compatibles con los objetivos nacionales y salir triunfantes de un contexto global crecientemente complejo.
Si bien la PBFCC ha sido profundamente crítica a la opción de mercados de carbono en los esquemas propuestos hasta el momento por sus incertidumbres y afectaciones, la posibilidad de acuerdos bi- o multilaterales que eviten soluciones basadas en el mercado de carbono, son una opción atractiva para traducir en financiamiento, los potenciales de reabsorción de carbono poseídos por los ecosistemas bolivianos.
Esta opción de financiamiento, junto con políticas productivas que promuevan la ampliación de la cobertura boscosa y un uso sostenible de suelos, constituyen una novedosa oportunidad para el desarrollo e implementación de programas nacionales, financiados por recursos externos, capaces de embarcar al país en una nueva etapa de bienestar socioeconómico con una perspectiva de sostenibilidad nunca antes vista.
En definitiva, nos encontramos como sociedades en una encrucijada del presente modelo de desarrollo, que demanda soluciones y apuestas audaces que pongan en el centro los intereses comunes. El tiempo ha llegado para transformar nuestras sociedades en una dirección de bienestar socioambiental que garantice los intereses de bolivianos y bolivianas en el largo plazo, más allá de los momentáneos ciclos político-partidarios, incapaces de comprender los desafíos de largo plazo.
[1] Wildlife Farms In China Likely Source Of Pandemic, Say WHO Investigators : Goats and Soda : NPR
[2] El Pangolín asiático es coincidentemente el mamífero silvestre más traficado del planeta
[3] https://www.bbc.com/mundo/noticias-49745206
[4] Dr. Margaret Chan, Head Of WHO, Offers Stern Warning About World’s Readiness To Fight Pandemics : Goats and Soda : NPR La cabeza de la OMS hace severa advertencia sobre futuras pandemias
[5] WHO Coronavirus (COVID-19) Dashboard | WHO Coronavirus Disease (COVID-19) Dashboard
[6] Deforestation and Forest Loss – Our World in Data
[7] Datos de la FAO
[8] La producción campesino indígena: soporte alimentario y de salud integral en tiempos de coronavirus | CIPCA – Centro de Investigación y Promoción del Campesinado
[9] CIPCA ganadería revisar
[10] Mapa de Deforestación de las Tierras Bajas y Yungas de Bolivia 2000-2005-2010
[11] Livestock: On our plates or eating at our table? A new analysis of the feed/
food debate, 2017
[12] PowerPoint Presentation (unfccc.int)
[13] Forests scramble to absorb carbon as emissions continue to increase (mongabay.com)
[14] El 2020 iguala al 2016 como el año más caluroso alguna vez registrado | Ciencia y Ecología | DW | 08.01.2021
[15] New data confirm increased frequency of extreme weather events: European national science academies urge further action on climate change adaptation — ScienceDaily
[16] Who has contributed most to global CO2 emissions? – Our World in Data
[17] Bolivia se encuentra entre los 3 países más vulnerables de Sudamérica, Ref.
[18] CIPCA
70 organizaciones de la sociedad civil presentan propuesta para enfrentar la crisis climática
Por PBFCC
18 de diciembre, 2020.- Preocupados por la alta vulnerabilidad de Bolivia frente al cambio climático, un grupo de más de 50 organizaciones de la sociedad civil elaboraron una propuesta para tomar acciones y plasmarlas en políticas públicas con el fin de hacer frente a la emergencia climática, la crisis sanitaria y la inseguridad alimentaria, principalmente.
La propuesta plantea un cambio en el modelo de desarrollo, toda vez que el actual, basado en el extractivismo, es insostenible y no ha logrado resolver los problemas estructurales del país relacionados a los altos niveles de pobreza, injusticias y desigualdades, ejerce demasiada presión sobre los recursos naturales y acelera la crisis climática, y, principalmente, deriva en la vulneración de los derechos humanos.
La propuesta contempla una serie de planteamientos para guiar la actualización de las Contribuciones Determinadas a nivel Nacional que debe realizar el gobierno en el marco del Acuerdo de París. Explican que los actuales compromisos climáticos presentados por Bolivia contemplan metas e indicadores basados en la aplicación de políticas públicas, presentan debilidades y contradicciones para reducir las emisiones y podrían provocar impactos irreversibles en la Madre Tierra y en las comunidades locales.
Principalmente, observan que las Contribuciones no contemplan metas cuantificables de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que dificulta realizar un seguimiento adecuado de su implementación y cumplimiento.
Consideran que las Contribuciones y los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos en el marco de la Agenda 2030, deberían guiar el proceso de reactivación económica del país acorde a los principios del Vivir Bien, los sistemas de vida y el respeto y garantía de los Derechos Humanos y Derechos de la Madre Tierra.
Entre las organizaciones firmantes están: CENDA, CIPCA, CEADL, JUBILEO, Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático (PBFCC), Colectivo CASA, Herencia, UNITAS, Soluciones Prácticas, Cejis, Colectivo Salvaginas, Inti Illimani, Fundación Gaia Pacha, JCI, CEEDI, FIDES, Lidema, AOPEB, CESU, Plataforma Agrobolsas Surtidas, GTCCJ, CERDET.
Lea la propuesta completa y conozca a las organizaciones firmantes.
Propuesta
Ante lo mencionado, las organizaciones de la sociedad civil boliviana proponen diversas acciones para la actualización de la CDN y la elaboración de políticas de desarrollo en las áreas de energía, bosques, agua, agricultura y derechos humanos.
– Energía
Algunas de sus propuestas están dirigidas a energía eléctrica, hidrocarburos, transporte e industria. En energía eléctrica proponen, por ejemplo, establecer una nueva política energética para 2030 para transformar la matriz eléctrica, ampliando la generación de energías limpias en pequeña escala y con un modelo participativo de gestión.
En hidrocarburos buscan que se abandone de manera progresiva y en el largo plazo su extracción; en transporte, promover la descarbonización del transporte público y privado a partir de acuerdos con gobiernos locales; y en industria buscan la aplicación de normativa de incentivos y multas para mejorar la eficiencia energética de ese sector.
– Bosques
Tomando en cuenta la importancia de los bosques tropicales por su diversidad biológica y su rol en el ciclo hídrico, entre otros, y porque están perdiendo su vitalidad y corren el riesgo de perder su capacidad regenerativa debido a las fuertes presiones del modelo de desarrollo vigente plantean una gestión forestal.
Entre otras medidas, implementar un programa de protección, restauración y reforestación con especies nativas, recuperando variedades locales e implementando los conocimientos ancestrales para su manejo. En el caso de las áreas protegidas, por ejemplo, explorar las posibilidades y potencialidades de una diversificación de actividades económicas y productivas alternativas como el turismo para la protección de la biodiversidad.
– Agricultura
Observan que la normativa actual y la política fiscal en Bolivia ofrecen incentivos a la expansión del agronegocio, como sector exportador, y no así, un apoyo real a los pequeños productores de la agricultura familiar del área rural, que representan más del 90% de las unidades productivas y que son quienes aportan a garantizar la seguridad alimentaria de la población.
Parte de su propuesta plantea incentivar la conservación de semillas nativas, la producción con semillas nativas y el consumo de alimentos a base de este tipo de semillas promocionando su diversidad; así como realizar planes de gestión agroforestales, silviculturales, incentivando la diversificación de producción con un análisis de riesgo, apoyando al pequeño agricultor.
– Agua y adaptación
El ciclo hídrico y los sistemas de abastecimiento de agua y riego en el país son especialmente vulnerables ante los impactos del cambio climático, además que existe una desigual disponibilidad del líquido elemento.
Proponen impulsar la incorporación de una visión integral de gestión climática, energética, hídrica y alimentaria en la currícula educativa escolar y especializaciones en el nivel universitario.
– Derechos humanos y justicia climática
Los impactos y efectos del calentamiento global, debido al incremento de los gases de efecto invernadero, están estrechamente ligados con un modelo extractivista que ha generado mayores vulnerabilidades y violaciones a los derechos humanos.
Proponen el cumplimiento de la normativa y prevalencia de los derechos humanos, de los pueblos indígenas y comunidades campesinas, como ser el derecho a la consulta previa libre e informada, derogación de la normativa contraria a estos derechos. Cumplimiento e implementación del Acuerdo de Escazú para el establecimiento de un marco de protección de derechos y la aplicación de mecanismos de transparencia.
Enfrentando la crisis climática desde Bolivia: retos, obstáculos y oportunidades
Hoy está en juego el futuro de la humanidad y de la vida en el planeta. El cambio climático global está llegando a un nivel muy peligroso y podría ser irreversible.
Para evitar este escenario catastrófico, es necesaria la reducción drástica de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), que es el objetivo de la lucha para reducir los impactos de la crisis climática.
Las emisiones de estos gases son causadas por el uso indiscriminado de combustibles fósiles, gas, petróleo y carbón, entre otros, en los sectores de energía, de los procesos industriales y por los desechos generados en todo el mundo. Además, por la destrucción de ecosistemas forestales.
En Bolivia, el sistema agroindustrial (agricultura, deforestación y cambio de uso del suelo) es responsable de casi el 82% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El 2020 es un año crucial para enfrentar la crisis climática. Los Compromisos asumidos por los estados y su cumplimento este año guiarán las acciones de esta década. Para limitar los posibles impactos futuros, los estados deben actualizar sus Contribuciones Determinadas Nacionalmente (o NDCs, por sus siglas en inglés).
En el nivel nacional, el gobierno central tiene que demostrar cómo planea reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y responder a una problemática estructural más amplia: El modelo de desarrollo y sus impactos sobre las poblaciones y áreas más vulnerables, principalmente comunidades indígenas y en especial, mujeres.
En Bolivia existen muchas iniciativas innovadoras y exitosas de cambios en el modelo energético y de producción de alimentos impulsadas por organizaciones de mujeres en escalas locales, entre ellas:
1) la utilización de cocinas solares,
2) la agroecología urbana y
3) la promoción de sistemas de intercambio y comercio justo que, entre otras, deben ser la base para construir un modelo de desarrollo sostenible y social, económico y ambientalmente justo.
Colectivamente, el reto es generar solidaridad para alimentar la discusión y el pensamiento democrático, amplio y transparente para lograr los cambios necesarios y evitar la crisis climática.
En esta cartilla se explican con detalle los siguientes temas:
1. Efecto invernadero
2. Crisis climática: ¿De qué desequilibrio estamos hablando?
a) Los eventos climáticos extremos
b) Eventos climáticos de evolución lenta
3. Dimensión, profundidad y urgencia
Una perspectiva histórica
Irreversibilidad
Pacto Natural: Agricultura, ¿alimentos para quién y a qué precio?
Por PBFCC
2 de septiembre de 2020. – En la segunda edición del programa Pacto Natural, coproducido entre la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático y el Sistema RTP, se abordó el tema de la agricultura.
Bolivia se encuentra en una de las regiones del mundo que más semillas y cultivos ha contribuido a la agrobiodiversidad mundial, miles de variedades de maíz, maní, papa, ají, oca, quinua y amaranto.
Cañahua, tarwi, cacao y otros frutos han sido desarrollados a lo largo de milenios por agricultores de tierras altas y de tierras bajas aportando al planeta entero una buena parte de los cultivos más ampliamente distribuidos y consumidos por la humanidad.
Sobre el estado de la agricultura y la producción de alimentos, así como los transgénicos, hablan el director de la Fundación Tierra, Gonzalo Colque, junto a los productores Cipriano Murillo, productor de la Brecha Casarabe y Honoraria Cárdenas de Soto, comunidad de Monte Verde, así como el ingeniero agrónomo Abelio Moreira.
Colque afirma que “el sistema alimentario en general boliviano está en crisis, no solamente en términos productivos sino también como el sector que provee ingresos económicos como el sector que debería garantizar la seguridad alimentaria del país”.
Estancamiento y crisis
Entre 1985 al 2005 la participación del sector agropecuario en el producto interno bruto nacional se mantuvo alrededor del 14 por ciento mientras que del 2006 al 2019 la participación promedio se redujo al 10 por ciento.
Es importante reconocer que hemos llegado a un momento de estancamiento y de crisis del sector agrícola claramente insostenible por las diversas razones ya revisadas pero que además ocurre simultáneamente a los desafíos de la crisis climática.
Bolivia se está convirtiendo en un simple país proveedor de materia prima agrícola o biomasa sacrificado en nombre del desarrollo y a la vez un mercado secundario para el consumo de alimentos industrializados y comida rápida con efectos negativos en la salud de la población nacional.
Justo Pastor Mamani, comunario de Marka Kosco, del municipio de Copacabana, habla sobre los problemas que atraviesan en la producción de sus alimentos.
El agrónomo Juan Guillén nos habla sobre los potenciales productivos de Coroico.
Perú exporta, Bolivia importa
Perú ha pasado de exportar alrededor de 650 millones de dólares anuales para el año 2000 a exportar actualmente más de 6.8 mil millones de dólares anuales de una amplia diversidad de productos agrícolas que incluyen uvas paltas arándanos espárragos y papas en un crecimiento de más de 1000 por ciento en 20 años y sin soya transgénica de por medio.
Bolivia por otro lado, para 2019 exportaba alrededor de 1500 millones de dólares en productos agrícolas y transformados representando la soya transgénica y sus derivados cerca del 60% del total.
“Creo que es un buen espejo para mirarnos y vean nuestros defectos en términos agropecuarios pero opta por cultivos de alto valor de exportación alto valor de producción y yo también mencionaba por ejemplo y reitero acá que Perú exporta palta por ejemplo en esos varios productos que tú mencionaste y solamente en producción de pan en la exportación de planta logra casi el 80 por ciento de lo que nosotros hacemos con toda la soya”, afirma Colque.