
Acuerdo de París


La PBFCC realizó análisis de las negociaciones sobre cambio climático y el mercado de carbono
Por PBFCC
La Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático (PBFCC) realizó el encuentro “Actualización sobre las negociaciones multilaterales de cambio climático y desarrollo de una propuesta común para un mecanismo desvinculado del mercado de carbono” el 12 y 13 de abril en la ciudad de Cochabamba.
El evento, organizado junto a la Plataforma Boliviana de Acción Frente al Cambio Climático (PBACC), tenía el objetivo de mostrar el estado de situación de la crisis climática a nivel global y nacional, así como analizar el estado de las negociaciones sobre cambio climático en el seno de las Naciones Unidas y encaminar acciones comunes para desarrollar una propuesta de mecanismo desvincula del mercado de carbono que está contemplado en el Acuerdo de París.
La agenda del encuentro contempló en el primer día la exposición de los temas: “Estado de situación de la Crisis Climática: Datos del IPCC, efectos de la crisis climática en la región y en Bolivia”, “Antecedentes y proceso de negociación de NNUU: ¿Qué es el proceso de negociación de cambio climático?”, “El Estado de situación de las negociaciones climáticas: Revisión de los procesos y resultados de la COP”6 y COP27 a de más del acuerdo de París”, “Agenda del Articulo 6, el mercado de Carbono y el “no-mercado: Revisión de los avances y obstáculos”, los cuales fueron presentados por Juan Carlos Alarcón, secretario técnico de la PBFCC, y Marcos Nordgren, técnico de Incidencia Climática de la PBFCC.
En esta primera parte, se habló de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) y las 27 reuniones globales que ya se han realizado con el objetivo de “Prevenir interferencias humanas peligrosas en el sistema climático”, principalmente las negociaciones para reducir las emisiones de contaminantes que han provocado el calentamiento global.
Este recuento mostró que el Protocolo de Kioto, la primera herramienta usada para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, fracasó por varios factores y, en 2015, nació el Acuerdo de París, la segunda herramienta con la que se intenta mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2°C, respecto a la temperatura preindustrial.
Sin embargo, los reportes de los científicos de la ONU que monitorean y evalúan toda la ciencia global relacionada con el cambio climático, aglutinados en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), señalan que los compromisos de los países miembros de la CMNUCC, los denominados NDC, no son lo suficientemente ambiciosos para cumplir con el objetivo del Acuerdo de París: limitar el aumento medio de la temperatura global a 2°C respecto a los niveles preindustriales, redoblar esfuerzos para no superar la cota de 1,5°C a final de este siglo.
Según el último reporte del IPCC, difundido en marzo, el planeta ya se ha calentado 1,1 grados y en dos décadas podría aumentar más de 1,5 grados con respecto a los niveles preindustriales. Y con los actuales NDC se estima que a lo largo de este siglo la temperatura global pase la barrera de los 3°C.
“¿Cómo evitar el escenario del desastre? Los bosques son centrales para la solución. Y, según el IPCC, es posible hacerlo, pero queda poco tiempo, se tiene que llegar al tope de emisiones en 2025, reducir las emisiones globales en 45% para el 20230”, manifestó Marcos Nordgren.
Alternativas al mercado de Carbono
Otro de los puntos centrales del evento fue analizar las alternativas a los mercados de carbono, un tema contemplado en el Artículo 6 del Acuerdo de París.
En ese contexto, Carla Ledezma, quien fuera miembro de la delegación boliviana de negociadores ante la CMNUCC, expuso sobre el tema explicando que en el Artículo 6 del Acuerdo de París se contemplan los «enfoques cooperativos» entre las Partes, que implican el uso de mercados de carbono (contemplado en los puntos 2 y 4 del Artículo 6) y enfoques no comerciales (Artículo 6.8) relacionados en la implementación de sus contribuciones Nacionalmente Determinadas(NDC).
Ledezma puntualizó que los enfoques no basados en el mercado, apoyarán a los países, en particular, en el cumplimiento de sus metas condicionadas en el marco de sus NDC, articulando las iniciativas de acciones no basadas en el mercado especificadas en las NDC nacionales con la cooperación técnica y financiera, tanto de carácter público como privado, con iniciativas existentes en todo el mundo.
En ese aspecto hay trabajo por hacer para crear un mecanismo de no mercado. Precisamente, la propuesta de la PBFCC está en impulsar mecanismos globales dedicados a la restauración y gestión de ecosistemas, como lo hizo conocer Marcos Nordgren durante su exposición sobre el tema en el que explicó el por qué es estratégico este punto en la agenda de negociación multilateral.
Agenda conjunta frente a la emergencia climática
En el segundo día del encuentro, la PBFCC presentó su propuesta de esquema de restauración y gestión de ecosistemas como alternativa a los mercados de carbono, que está basada en la economía del bosque y la agricultura familiar.
Durante la segunda jornada, tras analizar la agenda de las negociaciones internacionales sobre cambio climático e identificar las prioridades nacionales e interés de las organizaciones, redes e instituciones que participaron en el evento, se acordó realizar esfuerzos de un trabajo común alrededor de un conjunto de actividades destinadas al fortalecimiento de la agenda de incidencia nacional e internacional sobre crisis climática,
Entre las principales actividades comunes acordadas está la elaboración de una propuesta de implementación nacional para los mecanismos desvinculados del mercado de carbono que recoja las necesidades locales, ser viable y atractiva en el contexto de las negociaciones internacionales para facilitar la incidencia.
En el encuentro participaron representantes de organizaciones de la sociedad civil, miembros y aliados de la PBFCC, como la Fundación Jubileo, Inti Illimani, Red Polinizar, Movimiento Agroecológico Boliviano, Grupo de Trabajo y Justicia Climática, CIPCA, CMCJ, Solidagro, entre otros.

Financiamiento climático para la nueva política agropecuaria, la última oportunidad para un modelo agrícola-forestal frente a la crisis del clima
Por Marcos Nordgren*
Las señales del endurecimiento de las condiciones para la agricultura en las diferentes regiones del país el último año, mucho más que solamente una caída temporal de las capacidades productivas, confirman tendencias que no podrán ser revertidas con ajustes y maquillajes del presente modelo y política agropecuaria nacional, como hasta ahora se ha intentado.
Los recientes reportes de pérdidas de entre 50 y 80%, de la producción ya baja, de frutas y hortalizas de los valles interandinos bolivianos, señales de reducción de la producción de papa en el Altiplano y las renovadas demandas de ayuda financiera de productores de soya, sorgo o maíz de ANAPO (al menos por cuarto año consecutivo) debido a pérdidas de hasta el 50% de su producción causada por falta de lluvias y heladas, muestran un escenario en proceso de deterioro continuo y en camino a un inevitable colapso. Cambios estructurales en la política agrícola nacional son por lo tanto imprescindibles y necesitan ser debatidos ampliamente y de manera urgente.
Los nuevos pedidos de salvatajes financieros y la legalización de nuevas variedades transgénicas en las que insiste el agronegocio, lejos de ser soluciones, solamente apuntan a jalar un poco más las estiradas y desgastadas ligas que sostienen el aparato productivo y más críticamente, la seguridad alimentaria nacional, pero de ninguna manera podrán detener la más pronta que tarde caída de un sistema productivo insostenible, y mucho menos el empeoramiento radical de la crisis climática, más bien acelerada por los actuales modelos agropecuarios.
Es necesario reconocer, sin embargo, que Bolivia tiene grandes obstáculos para lograr mayores cambios a su política agropecuaria bajo las circunstancias actuales.
La implementación del conocido Plan Bohan, desde los años 40 en Bolivia[1], sentó las bases de la actual agroindustria boliviana y ha significado una de las políticas de Estado nacionales de mayor continuidad histórica, contribuyendo en la generación de una pequeña parte de las divisas para el país, pero también forzándolo en una dirección de desarrollo con grandes costos globales que a estas alturas es imprescindible rediscutir urgentemente, incluso en contra la resistencia ejercida por el sector.
Las frecuentes intervenciones Estatales con endeudamiento y fondos públicos para refinanciar y ayudar a las grandes empresas privadas del agro a salir de sus numerosas crisis, sin contar las permanentes subvenciones otorgadas al sector directa e indirectamente (exención de impuestos, subvención de carburantes, etc.), muestran solamente una de las razones por las que se vuelve imprescindible reabrir la discusión acerca de la viabilidad del presente modelo agrícola y la inconveniencia de seguir soportando el cada vez mayor peso económico que este representa para el país.
Apoyo a la agroindustria
Como breve recuento, solamente desde 2017, la elite agroempresarial boliviana ha demandado acceder a recursos de los Fondos de Pensiones para rescatar a los soyeros endeudados, fue beneficiada con la legalización de nuevas variedades transgénicas (pese a prohibiciones legales existentes) y consiguió compromisos gubernamentales para la inversión de 1400 millones de dólares para arrancar con la producción de agrocombustibles en 2018, que además para reafirmar lo dicho, depende de la compra de producción agrícola a precios subvencionados por el Estado boliviano para su uso como aditivos de toda la gasolina que se comercializa en el país.
El año pasado con motivo de la pandemia de COVID-19 y en complicidad del gobierno transitorio, la elite agroempresarial boliviana recibió otros 600 millones de dólares en cómodos préstamos a finales del 2020, y ya para julio del 2021 vuelve a requerir el apoyo del Estado boliviano, acostumbrada ya a la excepcional generosidad pública con su sector.
Si bien desde una perspectiva sectorial algo ingenua podría reconocerse la hábil articulación de capacidades de incidencia del agro-empresariado sobre las políticas agrícolas nacionales que ha permitido que tanto, gobiernos autodenominados populares a la cabeza de Morales, o conservadores bajo la presidencia transitoria de Añez continúen dedicando las arcas públicas a su salvataje, lo que realmente parece estar de fondo es la testaruda creencia nacional en un modelo agropecuario que da todas las señales de inviabilidad, pero que después de más de medio siglo de política de Estado dedicada a su construcción, resulta difícil dejar. Como un mal hábito que ha creado una adicción difícil de abandonar.
Pero talvez aún más preocupantemente, la inviabilidad no solo es económica y en el frente socioambiental y climático, el modelo agroindustrial enfrenta a mediano y corto plazo crisis mucho mayores e imposibles de rescatar, sin importar la influencia política del sector.
Extremos climáticos
Precisamente los extremos climáticos que, entre inundaciones, sequías, incendios, heladas o plagas agrícolas golpean cada vez más frecuentemente al sector agrícola y pecuario, están siendo empeorados por la expansión de una frontera agrícola que avanza imparable en la progresiva interrupción de los ciclos hídricos regionales y debilitando la función de regulación de temperaturas hecha por los bosques de la región.
Si bien los efectos del fenómeno global del cambio climático son mundiales y afectan a todas las naciones, para países amazónicos como Bolivia es especialmente importante debido a que el ecosistema amazónico tiene sus propios límites críticos y varios datos recientes apuntan que están mucho más cerca de cruzarse que en el caso de los efectos globales del cambio climático.
En otras palabras, la ciencia nos advierte que, si no reconducimos la política agraria pronto, habremos perdido el bosque amazónico para siempre, el cual terminará convirtiéndose en extensas pampas improductivas golpeadas por ciclos recurrentes de sequias, incendios e inundaciones temporales, haciendo a la vez inviable una producción agropecuaria confiable, para ya no hablar de una agroindustria sobre la que depositar expectativas de desarrollo nacionales.
Los mega incendios forestales consecutivos del 2019, 2020, y la posible repetición de eventos dramáticos este 2021 impulsada por una Autoridad de Bosques y Tierra que aún parece no sacar lecciones de los desastres al ampliar los periodos de quemas, tampoco contribuyen a dar buenas señales sobre el futuro próximo.
Un (r)evolucionario giro en la política agropecuaria es la única salida, pero los recursos propios para hacerlo son insuficientes después de insistentes y fallidos intentos por “industrializar” o y “modernizar” la economía nacional conducidos en las últimas décadas que han terminado con las reservas que pese a todo habían sido logradas con la exportación de hidrocarburos nacionales.
Oportunidades
Sin embargo, realmente ya no es momento de levantar el dedo acusador porque el tiempo apremia y necesitamos identificar estrategias que nos permitan llegar al ojo de la literal y simbólica tormenta del cambio Climático, relativamente mejor preparados.
En esta dirección, el escenario de negociaciones climáticas y las herramientas siendo negociadas en el marco del Acuerdo de París de Naciones Unidas, representa una de las últimas oportunidades que el país tendrá que permita empezar a mejorar significativamente las capacidades para enfrentar los extremos climáticos y mega incendios que, ya nadie debería dudar, esperan a la vuelta de la esquina.
En el marco de este escenario global es necesario comprender que Bolivia tiene todavía algo muy importante que aportar y ofrecer al mundo en su desafío frente a la crisis civilizatoria del cambio climático, y aunque corremos el peligro de perderlo, aún estamos a tiempo de revertir este proceso y construir sobre esa base un nuevo modelo productivo nacional: Los ricos bosques y humedales de montaña bolivianos, dónde se conserva buena parte del carbono y la mayor biodiversidad de los ecosistemas del planeta.
El Acuerdo de París de Naciones Unidas para la lucha contra el cambio climático ofrece una última oportunidad de visibilizar y traducir los valores intangibles de las funciones ambientales de los bosques y otros ecosistemas, en posibilidades de financiar amplias y sostenibles políticas productivas nacionales; y para esto no es necesario participar de los cuestionados mercados de carbono, que efectivamente generan mayores problemas que los que solucionan al poner al centro de la emergencia climática los fines de lucro.
Como bien sabemos, los fines de enriquecimiento frecuentemente funcionan de incentivo para la especulación y la doble contabilidad, pero en el caso de los mercados de carbono, además ha mostrado afectar negativamente a los principales residentes y gestores del bosque, los pueblos indígenas.
Afortunadamente el propio texto del Acuerdo de París abre opciones de mecanismos alternativos al criticado Mercado de Carbono y deja en manos de una estrategia nacional suficientemente inteligente, la posibilidad de gestionar suficientes recursos para garantizar las funciones de estabilización climática del bosque, al mismo tiempo que financiar el desarrollo de un diverso y robusto sistema productivo compatible con estos fines.
No partimos de cero. Las bases técnicas para estos nuevos sistemas productivos han venido siendo desarrolladas por productores e instituciones de desarrollo nacionales desde hace al menos medio siglo, y podemos encontrar hoy ejemplos de innovadores sistemas productivos agroforestales, silvopastoriles o agroecológicos a lo largo y ancho del país, mostrando de maneras prácticas la viabilidad de este modelo productivo alternativo.
La pregunta que legítimamente se puede hacer es ¿por qué no han logrado ampliarse estos ejemplos productivos si son viables?
La respuesta es relativamente sencilla, a diferencia del modelo agroindustrial que ha recibido grandes inversiones públicas, subsidios, condonaciones, asesorías comerciales y cómodos servicios financieros, este otro modelo de producción sostenible y apto para luchar contra la crisis climática, hasta ahora no ha obtenido prácticamente ninguna atención significativa por parte del Estado, y los reducidos ejemplos demostrativos exitosos se han logrado pese a todas las dificultades con un admirable esfuerzo de los y las productoras locales y reducidos fondos de agencias internacionales de cooperación, aunque en recientes años y producto de presiones e incentivos externos se haya involucrado tangencialmente el Estado boliviano.
La naturaleza de mediano y largo plazo de algunos de los componentes de la gestión integral de bosques y las tecnologías agroforestales, silvopastoriles o agroecológicas por otro lado, también han dificultado convencer a las autoridades públicas, normalmente en búsqueda de réditos políticos de corto plazo, muy compatibles con la lógica agroempresarial, pese a sus enormes costos.
No obstante estos obstáculos, la gestión de recursos económicos internacionales suficientes provenientes de financiamiento para la conservación y ampliación de las capacidades de secuestro y conservación de carbono, en varios casos ya disponibles, son una gran oportunidad que el país debe utilizar para financiar políticas y programas nacionales de aprovechamiento de poblaciones silvestres de asaí, castaña, majo, caucho, almendra chiquitana, cupesí o fibras y pigmentos naturales además rubros más convencionales como el aprovechamiento sostenible de maderas y ecoturismo sostenible y la propia transformación de actividades agropecuarias actuales con una fuerte base de agricultura familiar.
En este escenario no se necesita dejar a nadie atrás e incluso los grandes empresarios, que hoy se dedican a sembrar y fumigar extensos campos de soya transgénica o a la crianza y faenado de amplio ganado vacuno, podrían aportar en la recuperación de sus empobrecidas tierras bajo otros esquemas de producción agroforestal y silvopastoril.
Bolivia tiene la oportunidad de materializar las hasta ahora globalmente ignoradas funciones esenciales de estabilización climática de sus ecosistemas.
Si una empresa tecnológica puede hacer ventas anticipadas para financiar inciertas y caras tecnologías futuras de captura de carbono[2], un país rico en ecosistemas como Bolivia puede gestionar financiamiento internacional para costear programas agropecuarios-forestales mucho más certeros, y garantizar a través de sistemas de monitoreo robustos, la reducción de emisiones y la ampliación de stocks del valioso carbono en tiempos de amenaza de colapso climático.
Esta opción se hace mucho más atractiva cuando asociamos los beneficios centrales que sin duda deberían resultar de dichos programas productivos de desarrollo forestal y agropecuario sostenible.
La producción de volúmenes importantes de pulpas de asaí, majo, cacao, quinua, papas andinas y hasta volúmenes reducidos, pero a mejores precios, de cultivos agroecológicos de soya, y carne silvopastoril bajas en emisiones de carbono, podrían formar parte de acuerdos bi y multilaterales que comprometan financiamiento climático a cambio de metas nacionales cuantitativas serias dirigidas a la ampliación de stocks de carbono, y condiciones favorables para la comercialización de alimentos climáticamente inteligentes bajos en carbono.
Para esto sin embargo necesitaremos trabajar en nuestro desapego de los malos hábitos del agronegocio, cosa más fácil dicha que hecha. Sin embargo, tratándose de un peligro existencial que requiere de cambios de fondo, tenemos los argumentos de nuestro lado.
Realmente no queda más que emprender el camino con los primeros pasos, y el reconocimiento de la inviabilidad del modelo agroindustrial parece definitivamente un buen comienzo para iniciar la conversación nacional sobre la manera en que recanalizaremos los esfuerzos privados y públicos hacia un nuevo modelo agrícola-forestal compatible con una estrategia boliviana de Mitigación Productiva de la Crisis Climática.
*Técnico de la PBFCC
[1] https://www.la-razon.com/voces/2021/05/26/plan-bohan-base-del-modelo-cruceno/
[2] https://www.axios.com/carbon-engineering-removal-d0bc4829-8f14-4c40-bc8a-91ebfe624ea2.html

Pronunciamiento: Crisis climática y crisis sanitaria, respuestas más contundentes
La pandemia del coronavirus ha paralizado la economía global, con un pronóstico de recesión que tendrá impactos incalculables, como nunca antes desde la segunda guerra mundial. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) prevé la destrucción de 230 millones de empleos, lo que continuará como uno de las mayores consecuencias.
Empero, esta pandemia ha sido suficientemente anunciada como también la fuerte relación que tiene con el deterioro de los ecosistemas, cambios que la humanidad ha provocado en la naturaleza, como la deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera extensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre. La aparición de una enfermedad infecciosa, como la presente COVID-19, venía anunciándose en informes de agencias de Naciones Unidas y otros que advertían que el aumento de la población de ganado doméstico y la degradación de bosques y hábitats naturales de animales silvestres producto del avance la frontera agrícola tienen como consecuencia la transmisión de hasta el 75% de nuevas enfermedades infecciosas hacia los humanos. Desde hace varias décadas también hemos escuchado advertencias de cómo el cambio climático –hoy ya Crisis Climática- es una amenaza que puede traer consecuencias desastrosas para la vida como la conocemos actualmente. Sin embargo, las acciones y compromisos han brillado por su ausencia y en el mejor de los casos, por su completa insuficiencia.
Lamentablemente, hoy a la humanidad le toca comprender estas relaciones de una manera muy dura. La COVID-19 no es la primera pandemia producida por una enfermedad originada en animales silvestres y si no cambiamos nuestro comportamiento, tampoco será la peor. El bienestar humano, pues, no sólo depende del ámbito económico, sino también y principalmente, como lo demuestra la presente crisis sanitaria, de las dimensiones de salud, educación, cultura, y ambiente. Pese a esto, en las políticas de los Estados vemos reflejado el hecho de que casi siempre se ha priorizado lo económico. Una interpretación razonable de la presente situación de pandemia es que la salud humana en última instancias depende de la salud de los ecosistemas y las capacidades internas de cuidado y sistema de salud, ya que sin estos no hay posibilidad para la vida.
El escenario de la pandemia actual nos ayuda a interpretar otro gran desafío actual que enfrentamos y que tendrá consecuencias aún más estructurales: pues la Crisis Climática causará aún mayores impactos sobre los sistemas de vida esenciales para las sociedades humanas si no se actúa ahora para reducir el daño que, según proyecciones y modelos científicos, ocurrirá en los siguientes años.
Según el Acuerdo de París, en los próximos diez años se deberán tomar todas las medidas requeridas para poner al mundo en una senda en que garantice reducir en un 50% las emisiones de Gases de Efecto Invernadero ya que, de lo contrario, los impactos serían de tal magnitud que la actual pandemia, a pesar de su gravedad, podría ser recordada como un mal menor.
Hoy, esta pandemia también ha desnudado las grades desigualdades de las sociedades en el mundo y nos ha mostrado que para enfrentar los desafíos planteados por la Crisis Climática y evitar colapso civilizatorio, necesitaremos también resolver las grandes desigualdades y equivocadas priorizaciones que el imperante modelo económico extractivista y de acumulación de riqueza en pocas manos hace cotidianamente.
La Crisis Climática demanda de Estados capaces de poner como prioridad el bien común de las mayorías, colocando límites a la concentración de riquezas de los sectores más poderosos y garantizando la canalización de recursos a los sectores estratégicos para permitirnos superar los grandes desafíos civilizatorios que tenemos en frente.
Para esto, es imprescindible poner en práctica una nueva Economía del Cuidado, dónde se coloque en el centro la idea del cuidado y respeto de la vida, la reciprocidad y la complementariedad. En otras palabras en necesario reconocer que el ser humano y sus sociedades viven es estrecha relación con sus entornos ambientales y depende profundamente del bienestar y equilibrio de los mismos, en un ciclo de interdependencia elemental de la especie humana y la naturaleza, Madre Tierra y sus tantos otros nombres.
Esta Crisis debe ser percibida como una oportunidad de cambio, de repensar o retomar acciones individuales y colectivas para afrontar y evitar futuras crisis.
Por ello, desde la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático exigimos:
- La inmediata abrogación y modificación de las normas, leyes 1171, 740, 741, 337, 502, 739, 951 y 1098, y decretos supremos 3874 y 3973; que continúan promoviendo la ampliación de la frontera agropecuaria y la quema de áreas boscosas, con incalculables daños y pérdidas, como la propia Pandemia lo demuestra.
- Rechazamos la aprobación e ingreso de nuevas semillas transgénicas y la continua promoción de un sistema agroindustrial y ganadero dedicado a la exportación, en beneficio de pocas manos y sin consideración de su insostenibilidad y los enormes impactos causados.
- Demandamos la revisión del actual e insostenible modelo de producción agro-empresarial intensivo en el uso de agro-tóxicos, semillas transgénicas, maquinaria pesada y exigimos la formulación de un nueva política agrícola nacional basada en sistemas de producción agroecológicos diversos, de base campesina-indígena con el respaldo de recursos del Estado en sus diferentes niveles.
- Exigimos que el Gobierno garantice el pleno ejercicio de los derechos humanos individuales y colectivos, y la libertad de expresión; y en su caso el debido proceso de acuerdo a las normas y procedimientos establecidos, respetando el principio de presunción de inocencia.
Es de suma importancia que las respuestas del Estado para responder al momento de Crisis Sanitaria y Económica que enfrenta el país no ahonden y profundicen las causas y orígenes de la crisis sanitaria en primera instancia.
Las lecciones y sacrificios soportados por la población nacional durante esta crisis habrán servido de algo, solamente si conseguimos entender la relación existente entre nuestros modelos productivos y económicos con la crisis sanitaria provocada por un Virus, que utilizando el actual modelo agroindustrial de puente, se convirtió en una pandemia sin precedentes y que además constituye un elemento central en la aún mayor Crisis Climática en desarrollo.
El cuestionamiento y reformulación de la política agrícola nacional es por tanto un tema estratégico de debemos enfrentar con seriedad y urgencia.
30 de abril de 2020
Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático

Se adhieren además:
Observatorio Latinoamericano para la Acción Climática (OLAC)
Asociación Agroecología y Fe

COP 25: La sociedad civil de Bolivia participó en la marcha por el clima en Madrid
6 de diciembre de 2019, Madrid
Junto a miles de personas, miembros de la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático participaron en la marcha por el clima que se realizó este viernes por el centro de Madrid, España, exigiendo a los líderes políticos que adopten en la COP 25 medidas eficaces para frenar el calentamiento del planeta.
Bajo el lema “Pachamama quien te daña no te ama”, la comitiva boliviana recorrió el centro de Madrid rechazando el mercado de carbono y la producción de biocombustibles porque son considerados como falsas soluciones al problema climático.
Las demandas
La marcha fue convocada por las plataformas Fridays For Future, Alianza por el Clima, Alianza por la Emergencia Climática y 2020 Rebelión por el Clima. La misma ha tenido una participación diversa e intergeneracional, donde se ha destacado la participación de los jóvenes.
Se han escuchado cánticos como «Si el mundo fuese un banco, ya lo habrían rescatado», «Ni un grado más, ni una especie menos», «No hay planeta B» y «Queremos justicia climática y la queremos ya».
Los más escépticos fueron «venga ya, venga ya, tanta cumbre para ná» o «esta cumbre es una farsa».
COP 25
Este viernes cerró la primera semana de negociaciones sin los frutos que se esperaba porque algunos países se niegan a subir su ambición en la disminución de sus emisiones de gases de efecto invernadero lo que debe traducirse en la revisión de sus planes nacionales presentados en 2015 en el marco del Acuerdo de París, que tendrán que ser presentados por primera vez en 2020.
Fotos: Miriam Jemio
«No nos queda más tiempo», un análisis sobre los Compromisos Internacionales de Cambio Climático
“No nos queda más tiempo” es el título del informe realizado por la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático, el Movimiento Ciudadano Frente al Cambio Climático (MOCICC), de Perú; y CEDENMA (Coordinadora Ecuatoriana de Organizaciones para la Defensa de la Naturaleza y el Medio Ambiente), de Ecuador y que fue presentado la semana pasada en Lima, Perú.